Diario de León
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pedro TRAPIELLO
León

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Majestad, acercaos hasta El Escorial y contemplad la grandeza imperial de granito que allí levantó vuestro predecesor en el cargo, don Felipe II. Parecía una machada inacabable y aún hoy apabulla.

Necesitáis algo parecido para restaurar la grandeza real. La erección de un monumento señero sería lo propio, pero no corren buenos tiempos ni vienen de América barcos con plata como antaño, sino noticias humillantes con la pérdida de los últimos ecos coloniales ; dicen argentinos y bolivianos que las empresas españolas expoliadas eran eso, resaca colonial; y a la faltriquera se las han echado, quedándosenos aquí la cara de pánfilos de 1898, un año que trajo una tristeza nacional que nunca acaba y una generación de trágicos, filósofos y maestros del esperpento.

Pero ya que estáis ahí, majestad, sin blanca en las arcas y con más de una pesadumbre a la espalda o en la cadera, podréis apadrinar otra erección, la de un templo que acaba de autorizar el cardenal Rouco para confirmar el fervor taumatúrgico que concita El Escorial después de que la Virgen se le apareciera hace años a la señora Amparo y, casi-casi, a Pitita Ridruejo, que le tiene mucha ley a este fenómeno.

Sin embargo, ni la Iglesia ni la teología podrán aceptar jamás que ahí se haya aparecido virgen alguna. Rouco lo sabe, pero alienta la bendita impostura porque mueve a devoción, a fieles... y a limosnas, muchas, lógico, pues dice Amparo que la Virgen prometió curaciones con el agua de una fuentecilla que hay allí y que bendeciría personalmente a los que vayan a rezar el rosario al lugar, siendo señalados algunos con una cruz en la frente, mira tú qué detalle tan actual, un tatuaje. El portavoz del nuevo templo asegura que ese prado de El Escorial acabará siendo como Lourdes o Fátima. Fácil, tras los recortes en Sanidad está creciendo una barbaridad la demanda de milagros. En fin, deberíais acogeros, majestad, a esta nueva meca milagrera para vuestros males y pasmos, como lo hará a la fuerza vuestro doliente pueblo español, al que, si no, cerca le quedará otro templo, el del juego, ¡Eurovegas! Así, cuando os pregunten cómo se vive en España, no mentiréis al decir «pues como siempre, de milagros».

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