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León

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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Ha zarpado el barco de la Iglesia. A impulsos de una palabra -»Id»-, suelta, Iglesia, las amarras que te mantenían atada a la presencia visible de Jesús. Es la hora del ‘envío’, de la ‘misión’. Es decir, de llevar a ‘todos los pueblos’ la Buena Noticia, toda una aventura, llena de peligro y de esperanza... Él Señor hará posible la utopía del programa que predicas: un mundo de hermanos, de hijos. A Él el mérito y la gloria. Por eso es tan importante que te mantengas fiel, que todo lo hagas en su nombre. Un Dios que toma la iniciativa -a impulsos del amor- de crear, escuchar, perdonar y salvar. Tan cercano, que inventa un idioma a la medida de cada corazón y es capaz de habilitar el regreso para quien se arrepiente. Tan olvidado de su poder que ofrece unos mandamientos «para que seas feliz tú, y tus hijos después de ti». Un Dios que baja desarmado y solo a nuestra incómoda arena y aquí, como de igual a igual, trata de ganarse nuestros corazones. Así es fácil comprender este lenguaje, agradable dejarse convencer por un amor tan grande, maravilloso vivir en el nombre de tal Señor.

Es increíble que Dios ame al hombre tan tierna y cariñosamente como la madre a su hijo, como un enamorado. Hay un lazo fuerte, una alianza, entre Dios y el hombre. Dios entra en nuestra vida de lleno. «Guarda sus preceptos y mandatos». Si Él ha hecho opción por ti, tú tienes que hacer opción por Él.

Así nace la esperanza. Es posible dejar atrás la tristeza, y el trabajo como castigo, y el salario del miedo, y la sombra de la muerte amargándonos la vida. Es posible asomarnos a un paisaje diferente donde no hay mendigos a la puerta, ni gente escondiendo su llanto por los rincones, ni capataces con el látigo en la mano; sino una gran mesa bien abastecida, con hijos felices sentados alrededor de un sonriente ‘Abba=Padre’. Es posible un mundo sin guerras, sin venganzas, sin hambre, sin este abismo creciente entre los que lo tienen casi todo y los que no tienen casi nada. Es posible llamar amiga a la muerte, porque viene a traernos la noticia, tan esperada, de que somos al fin libres y de que nada impedirá ya que seamos totalmente felices... Es posible, sí. «Para los que se dejan llevar por el Espíritu».

Esto es la Trinidad. No es un dogma distante y frío. Es la presencia caliente del amor de Dios -Padre, Hijo y Espíritu-, haciéndonos posible la Vida.

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