Todos en el saco

Se buscan responsables... y resulta que todos estamos en el mismo saco; somos culpables; en diferente grado, claro, pero culpables al fin y al rabo , piezas del aparatoso y chirriante engranaje de nuestro mastodóntico sistema. Banqueros, políticos y constructores son los monigotes habituales en las casetas del pimpampún donde desfoga el pueblo llano las iras de la mala feria de la que vuelve. Pero hay más autores materiales y morales del crimen financiero o del saqueo despilfarrador... y otros colaboradores necesarios... y testigos mudos... y cómplices en los despachos... y periodistas aplaudiendo con las orejas... y traficantes de influencias... y colas interminables de gente honesta que hubiera hecho exactamente lo mismo si hubiese tenido la oportunidad.

Se quejaba un periodista griego de que en su país la corrupción era sistemática, generalizada y universal, tanto en la economía, la política y la administración, como en las trampas cotidianas del trabajo, del comercio, de la empresa o de la calle... Grecia es así, se resignaba avergonzado... pero el retrato que hacía no era muy distinto a esta España de la corrala, de los cohechos y del Joder Pudicial (ese con presidentes escoltados que se constituyen en tribunal en la cama de cualquier suite de hotel pretencioso con un «ven acá, segurata, que te voy a juzgar el objeto del delito y los antecedentes, o sea, lo de atrás»).

Vaya un ejemplo en esto de las responsabilidades: En el asunto del retrato de Cascos que costará treinta malditos millones de pesetas y que se encargó al prestigioso artista Antonio López para lucirlo en el ministerio de Fomento, ¿es sólo culpable el encargador Pepiño... y es del todo inocente el pintor?

Hágase la misma pregunta ante el bosque de bronces y esculturas con el que los untamientos tiraron la casa por las aceras y rotondas. ¿Acaso alguno de sus artistas considera hoy inmoral la morterada que les aflojaron añadiéndola a la deuda brutal que asfixia ahora a los servicios sociales?

La corrupción no es algo privativo de las alturas. También cabe en la calderilla y en nuestros asuntos menores de cada día, pero a esto lo llamamos corruptelilla y así nos absolvemos todos.