Diario de León
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ANTONIO NÚÑEZ
León

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Cuando la otra crisis a un servidor, que era un joven pardillo en esto del periodismo económico, le mandaron entrevistar a Blas Calzada Esteban, síndico de la Bolsa de Madrid, con motivo de una conferencia que dio por estos andurriales. Entonces también las bolsas se daban unos batacazos de aupa y, como ahora, la gente se preguntaba temerosa qué más podía pasar con un paro que Felipe González había puesto igualmente en el disparadero. Así que preparé un guión de preguntas para un hábil interrogatorio y solté la primera a bocajarro. «¿Hemos tocado fondo en el pozo de la crisis?», inquirí al conferenciante. «Sí, hijo», contestó él conmiseratívamente poniéndome la mano en el hombro, «pero ahora nos toca cavar».

Lo dijo Blas, punto redondo, que en estos tiempos me recuerda a la Merkel tanto por lo que dice como por la cintura. Rajoy debería dejarse de tecnicismos sobre rescates, primas de riesgo, lo del Ibex-35, etcétera, y repasar más las hemerotecas. Una vez que te hundes por encima del cuello da igual la profundidad y debería lo mismo releer antes de aprobar un decreto en consejo de ministros las famosas Leyes de Murphy, según las cuales todo lo que es susceptible de empeorar irá a peor y la tostada del desayuno, cuando se te cae al suelo, siempre lo hace del lado de la mantequilla. Mariano, que en tantas cosas se parece a Murphy, no se explica, en cambio, por qué con un creditón de cien mil millones de euros europeos a la banca española el problema, lejos de arreglarse, va de estropicio en estropicio.

Vamos a ver si se lo aclaro yo como Blas Calzada a mí. Macho, si vas al banco pidiéndole un crédito para tapar el anterior que debes, lo normal es que el director de la sucursal se mosquee. A eso le llaman ahora por lo fino refinanciar la deuda, pero es lo mismo. De modo que tampoco es de extrañar que los inversores internacionales, alias los mercados, no se fíen ni un pelo de las barbas de Mariano, máxime cuando ha tenido que darle un sablazo de ese calibre a su amiga Merkel para ir tirando.

También cuando uno era un periodista jovenzuelo aspirante al Pulitzer y el Cossío —no llegué a tiempo de ninguno— me aleccionó un redactor jefe de la época: «Chaval, déjate de florituras y floripondios y escríbelo claro, porque un artículo que no entienda la Pantoja no es un buen artículo». Nunca agradeceré bastante esa conseja, que se brinda desde aquí a los becarios y a Rajoy. ¿Qué es un rescate? Los hay de dos clases, a la española y a la griega. El nuestro es como el de Buster Keaton, El maquinista de la General , que para hacer que furrulara la locomotora iba quemando las tablas de todos los vagones y al final llegó a la estación de destino, pero desguazado. Donde dice tren ponga usted España y estado del bienestar en vez de madera de vagón, más leña que es la guerra, y verá qué bien se entiende.

El rescate a la griega es todavía peor. Consiste en que llega un inversor extranjero, convence a Antony Queen para montar una industria local y al final de la película se les cae a los dos el chiringuito del agua, que parecía maná. Zorba acaba bailando un famoso sirtaki para consolarse y ambos, sobre todo el inglés sin un duro. The end.

A Rajoy le pasa como a este menda: no nada nada y tampoco sabemos guardar la ropa. Nos la guindaron los gobiernos anteriores sin enterarnos, aunque yo ya le he echado el ojo a más de uno de aquí, sobre todo a cierto Zapatero de este mismo pueblín que anda por ahí volátil de rositas, terminología de los mercados. Se le vio la última vez por Qatar, tierra de alianza de civilizaciones, que es un proyecto muy noble y meritorio siempre que paguen la ronda ellos. Será por petrodólares. Aseguran algunos colegas —míos, no suyos— que a mayores de sus memorias está escribiendo un libro sobre la crisis. A buenas horas, primero para aprender a escribir y, segundo, para no confundir la coz de una crisis bestial con el débil pulso de una suave desaceleración económica. Ahí va un posible título para que les aproveche a sus amanuenses, biógrafos y demás: «Es fácil arruinar un país, sabiendo cómo».

Lo dicho, se han volatilizado todos con la faltriquera llena. Felices tiempos para España aquellos del robagallinas Eleuterio Sánchez, el Lute , que terminó licenciándose en Derecho desde la trena por la Universidad a Distancia. Seguro que ha llevado más casos como abogado que José Luis, al que no se le conoce ninguno.

Como especialista en fugas ha sido mejor el Lute para todos y, sin duda, el más barato.

Le digo a usted, señor guardia.

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