El zapping y la conciencia
Cada día su afán José-Román Flecha Andrés
Los profesores Eberhard Schockenhoff (Friburgo) y Christiane Florin (Bonn) han logrado presentar las categorías fundamentales de la ética con una cierta desenvoltura. Ya para empezar recogen la experiencia de la libertad de la que goza o padece la persona en el mundo de hoy.
Puesto que ha decidido que nada hay objetivo, la persona se ve obligada a diseñar su vida por su cuenta, Tiene libertad para comprar un producto u otro, para cambiar de religión o para cambiar de pareja. El ejemplo más habitual es el de la libertad para elegir uno entre los mil canales de televisión de que dispone. Cada tarde pasa nerviosamente de uno a otro sin encontrar nada atrayente. Al fin, el espectador se aburre y termina por quedarse dormido. El paradigma de la vida actual es el zapping .
Por otra parte, quien tiene libertad para elegir, percibe bien pronto que en una elección equivocada se juega su porvenir. Elegir un barrio u otro puede dificultar la concesión de una hipoteca y hasta la pérdida del empleo y el fracaso escolar de los hijos.
La libertad de la que uno presume genera fatalmente la dificultad para decidirse. Así que, situada en esta encrucijada, la persona necesita un consejero que sea realmente independiente de las presiones culturales, sociales o publicitarias. Llegados a este punto, descubrimos el nombre de ese buscado consejero ideal: es la conciencia.
Claro que la conciencia no es un suave cojín para dormir la siesta. La conciencia no da paz, sino que se revuelve dentro de nosotros mismos, nos interroga y nos obliga a dar respuestas y asumir responsabilidades. Según Santo Tomás, la conciencia hace al ser humano capaz de hacer el bien y evitar el mal. Siglos más tarde, Kant interpreta la conciencia como «el juicio que se juzga a sí mismo».
Por eso cuesta trabajo escuchar a la conciencia. A pesar de todo, no hay que despreciar las remordimientos que ella despierta. En la conciencia veía Heidegger «la llamada del sí mismo para poder ser uno mismo». Tener conciencia puede parecer cansino y aburrido, pero a quien se burla de ella le falta lo esencial para convertirse en un ser humano. «Le falta la mirada interior, la voz del otro, una norma fiable para las decisiones difíciles de la existencia».
Ante esas decisiones nos encontramos en el ámbito económico, al ver los problemas de los fraudes, las evasiones fiscales o la escalada del lujo y de la ostentación. La conciencia se ve sacudida también ante el enamoramiento y la educación, en la relación médico-paciente y en los medios de comunicación, al abrirnos al mundo digital del blog, en las decisiones políticas y en las cuestiones relativas a la vida y a la muerte.
Es cierto que no siempre acertamos con la decisión correcta. Pero sentir remordimiento no nos envilece sino que nos humaniza. Y perdonar a quien se equivoca no nos degrada. «Quien no se arrepiente de nada, no ha vivido. Quien no perdona, no tiene futuro».