Diario de León
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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

¿Quién me ha tocado? ¡Qué pregunta más absurda, Señor! Te estruja la gente y dices ¿quién me toca? Se le iba la vida a chorros. Como a chorros se le va la vida a tanta gente. Aquellos abuelos del asilo que comentan a diario «tanto sacrificio por los hijos ¿de qué nos ha servido?». Aquel anciano sacerdote: «¿No ha sido inútil tanto esfuerzo? Acecha la crisis a la religiosa que envejece en el convento, sin que asome una vocación joven ni para muestra: ¿Nos habremos equivocado de siglo? Se casaron en la Iglesia, y oyeron bellísimas palabras que explicaban el imborrable sello sacramental con que Dios marca el matrimonio; y ahora -¡tan pronto!- se preguntan él o ella: ¿Valía la pena casarnos?» Perdiendo la vida a chorros. Y sin embrago hemos conocido a los Doce de Pentecostés, al matrimonio que esperó y resucitó, a la religiosa con temple juvenil, al viejo sacerdote para quien la crisis no fue más que una Palabra de Dios que le impulsó a vivir en cristiano hasta el fin. Es que se han encontrado con Jesucristo Resucitado. ¡Qué comentario más absurdo! Miles de comulgantes dominicales se alimentan del Cuerpo de Cristo, y abundan entre ellos los amargados, los cerrados sobre sí mismos, los avaros insaciables, los incapaces de vivir en comunión con nadie: Cierto. Pero no es lo mismo apretujar a Jesús que tocarlo con fe. Ni es lo mismo el consumo de sacramentos que comulgar con la muerte y resurrección de Jesucristo.

En los dos milagros cuya lectura corresponde a este domingo hay una palabra que se repite en el momento clave: la fe. La acción está envuelta en una atmósfera de fe, como si no fuera Jesús, sino la misma fe la que hace milagros. Y es que solamente desde la fe existe la capacidad del milagro y de la sorpresa que produce el milagro. Al final de la escena, en la casa de Jairo, hay un detalle simpático. «Les dijo que dieran de comer a la niña». ¡Cuántas veces existe preocupación ante la muerte, pero no ante la vida! Utilizamos medios extraordinarios para impedir supuestamente una muerte, pero nadie da de comer a los vivos...

El episodio de la resurrección de la niña nos lleva más allá, nos habla de un Dios poderoso frente a la muerte. No sólo ama la vida, no sólo se opone a la muerte, sino que puede a la muerte. Y el milagro se convierte así en signo o símbolo de futuro. Al final, Dios podrá más que la muerte de sus hijos y les devolverá la vida definitiva. El milagro se convierte en signo de la Resurrección final. Forma parte de una catequesis sobre la Resurrección. No hay límites para el amor salvador de Dios.

Podemos también sacar nuestras conclusiones. Cualquier muerte que evitemos tiene sentido. Hoy se producen innumerables muertes y no solo físicas... El cristiano debería estar empeñado en evitar cualquier muerte, porque para él la lucha contra la muerte es signo de futuro, es anuncio de resurrección. Si tiene sentido evitar toda muerte en el contexto de la fe en un Dios de vida que se compromete en la resurrección universal, el contexto humano de la lucha contra la muerte es el compartir la vida.

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