Abatido

Al puente de los Maristas, bajo el que pasaban los trenes del Hullero con su ruido de topes y traquetreos y fumaradas y su rosario de vagones llenos de hulla y cok o de paisanada montesa, lo fulminan, sanseacabó, aquí murió el Tío los Nabos, difunto que Dios perdone... y allá se va caminito del recuerdo o del olvido.

Como puente no vale mucho, pero como memoria de un León muerto, tiene un sinfín de historias que le cruzaron por debajo, millones de pisadas que lijaron su tablero y un montón de esperas acodadas en ese pretil de firme albañilería calada y albardado todo él con maciza piedrona de sílice, un pretil convertido en mirador para que los viejetes detuvieran su caminar o fatiga y gozaran un tiempo de los trajines ferroviarios de aquella «estación términus», aquellas complicadas maniobras de las máquinas para cambiar de sentido, aquel bullicio en los andenes de facturación y en los otros andenes poblados de lugareños del Torío, de La Vecilla, de Boñar o Cistierna... al final, todo parecía muerto y vacío tras llegar, al caer la tarde, el último tren mixto o mercancías de la jornada.

En ese puente tengo yo ahorcada mi buena ristra de recuerdos. De crío, durante años, lo crucé cuatro veces al día yendo y viniendo de la escuela; y algún día de verano, otras dos, por tener que ir con el botijo hasta el caño de la Cárcel, ese al pie del arco de Santa Marina, junto a la muralla, y con el agua artesiana más afamada de la villa, al igual que el caño de Renueva, al que también íbamos con botijos o a malear en su plazoleta de sombra platanera.

Al cruzar ese puente era obligatorio parar un momento en la ida apresurada a clase y, más aún, en la vuelta rácana y divertida; nos asomábamos sobre el pretil esperando que pasara una máquina de vapor bajo nosotros y era una juerga envolvernos en la nube de humarro y vapor que vomitaba la locomotora y el puente, humo espesorro y cargado de sulfuros que me dejaba en la boca un sabor dulzón y pedorro parecido al de los cartuchos y cohetes (...¿?... pues a mí me chifla).

En fin, que van a abatir ese puente, que yo tengo el día abatido y que plantearé formalmente el indulto de ese pretil por las sobradas razones que ya diré.