CORNADA DE LOBO
Al cadalso
Trepidan los cimientos del sistema y nos cruje el alma con cada subidón de la deuda porque, cada vez que enciendes ese telediario que a su vez te enciende a ti, te parece que estás subiendo de dos en dos los peldaños del patíbulo donde te van a cortar el pescuezo con un hacha sajona de dos cuartas de filo empuñada por un pedazo verdugo teutón que tiene unos brazos como postes, tú, impresiona su hechura hercúlea, aunque la naturaleza le racaneó algo, por lo visto, y el tipo carece de cuello, o sea...
.En el caso extremo de que te manden al patíbulo, tranquilo: por ahí han pasado también grandes hombres, algún santo, ricos traidores, reyes en desgracia o ilustres asesinos... hay que proceder con nobleza y serenidad... subir al cadalso orinándose o cagándose no da buena imagen... y has de cuidarla por si fuera la última, que en ello estamos.
¿Y cómo proceder con nobleza cuando a uno le suben al cadalso?... Hombre, si quieres hacerlo a la antigua y con cierta solemnidad (a mí me molaría), pide que te abra el paso el cuerpo de guardia con alabarderos y tambores, pide no vendarte los ojos y pide confesión al mismísimo señor obispo, hala... finalmente, tras anudarte el lazo de la soga, proclama alguna frase redonda para el cronista, testigos y mirones, algo como «por vivir con dignidad, muero en la iniquidad», que no está mal... o «el que muere paga todas sus deudas y yo ya las traía pagadas», que es decir «sí, pero la burra, por lo que vale»... o «me cagüen los jueces y hasta en el rey y asín vus lo tengáis que gastar todo en midicinas, cabrones», que es algo bruta y racial, pero alivia.
Y que en ningún caso te arrebate la desesperación o el pataleo... es inútil y cobarde... dignidad, muchacho, dignidad... y entereza, alta la cabeza... finalmente, cuando veas que el verdugo se dispone a lo suyo, gritas bien alto y por tres veces «¡sé dónde está el tesoro!»... verás qué efecto... el banquero desplumado mirará al alcalde gastón, el alcalde al alguacil y, al instante, se suspende la ejecución, te desatan pies y manos, te llevan a una sala del untamiento, te preguntan ¿qué tesoro, dónde? y dirás que les conducirás hasta él... y ya por el camino idearás un plan de fuga, porque no te lo voy a dar aquí todo hecho.