Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tenía la tarde un insólito color ámbar y lechoso como de luz artificial, luz de malos presagios, pues era un sol rebozado en humarro espeso que nacía en Castrocontrigo y cruzaba el cielo de toda la provincia hasta llegar a Picos. Bajo esa gigantesca cola de zorra que lentamente arrastraba el aire, las calles de la ciudad parecían fotos en sepia con luz de miel.

En el aire de esa tarde ya no se veían golondrinas ni vencejos ni cigüeñas... ¿adelantaron su migración al intuir la sed y que ardería el aire?...

El ferragosto cazurro vino incendiario. Se quema España tres veces más que el año pasado; León supera el dato fatal; no puede ser casual tanta frecuencia; y la obligada sospecha del cerillazo nos sume aún más en la impotencia y en la rabia inútil... ¿qué hay que hacer?... o mejor, ¿qué no hay que hacer?...

«Après moi, le déluge», después de mí, el diluvio, dijo un Luis XV barruntando la inundación revolucionaria que llegaba con guillotina a Francia... «Después de mi fuego, ni dios ni vida, ahí ardió mi empleo», dijo un exbrigadista que juega un partido muy particular en los montes donde ya no trabaja de bombero y donde celebra sus tantos con la misma euforia: ¡fuegoooool!, y cuarenta a cero van ganando ya los pirómanos esta temporada.

Cierto es que, con estos medios que ya son sólo tercios, el fuego siempre correrá más que las mangueras, siempre lleva ventaja... y todos los años, el mismo lamento; todos los años, el mismo político a pie del gran brasero fotografiándose con cara ceñuda de siesta o vacación interrumpida; todos los años, la misma barbacoa general.

¿Y por qué no sacan rogativas contra el fuego como se hace para pedir agua al sembrado?... ¿qué santos o vírgenes saben parar un incendio?... ¿consiente el cielo estos fuegos o los alienta para recordarnos que el infierno merecido crepita aún mejor?... ¿y no hay somatenes civiles contra incendios, lo mismo que proliferan en Estados Unidos los bomberos voluntarios para no tener que esperar a que vengan de lejos, tarde y con la cebada al rabo?...

Mucho de lo quemado tardará cien años en restablecerse; y esperando un siglo para verlo, ¿cuánto no arderá todavía en ese tiempo?..

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