EL PAISANAJE
Cara al sol
Hubo un tiempo en que el turismo guiri venía a España atraído por el sol, la playa, el flamenco y los toros. Las malas lenguas dicen que también por la cerveza barata que les permitía de noche mantener los calores matutinos con unas cogorzas de aupa, de ahí que no pocos terminen tirándose desde el tercer piso del hotel a la piscina. Algunos creen que en vez de agua lleva más birra y, claro, se pasan o no llegan.
Este verano a todos los atractivos anteriores hay que añadir al pintoresco alcalde de Marinaleda, mister Gordillo, arrasando supermercados de mercadona gratis total y publicitando la imagen de España en todas las televisiones de Su Graciosa Majestad. Y quien dice una tienda dice una parcela del señor conde o una sucursal bancaria, con lo que compañías aéreas de bajo coste, tipo Ryan Air, ya están pensando en afinar aún más las tarifas. Podría ser que el barbudo fuera un agente secreto del ministro del ramo, señor Soria —más barato que en Canarias— y que la campaña turística de este año haya sido un éxito no por los follones norteafricanos o la ruina griega, sino por el barbas, que ha chupado más cámara que todos los demás juntos. Ésta es, en fin, Mariano la imagen de la patria.
El espectáculo del revolucionario lunático y trasnochado y sus algarrobos debe de ser flipante para los guiris, oh, yes, con un ahorro en la ingesta de cerveza no despreciable. Lo malo es cuando vuelven a casa y se les disipan los vapores con la niebla. El de Marinaleda lleva treinta años de alcalde, se dice pronto, que sumados a otros tantos de eres falsos de Chaves y Griñán en la tierra de Curro Jiménez, dan para pensar luego a los ahorradores de por ahí fuera, que ahora se llaman mercados. «No les prestaría ni un euro a esos tipos de interés para que me tomen por primo de riesgo», concluiría servidor también con británica flema ya de vuelta a la City. Esto es lo que hay y trasciende de una clase política que en Europa toman a chirigota con toda la razón del mundo mundial. Por cierto que las andanzas de Gordillo, un subproducto de IU, han sido disculpadas tanto por los camaradas del partido como por los compañeros y compinches socialistas, que no le andan a la zaga en demagogia.
El barbudo da la imagen exterior de la izquierda española, pero la derecha cuando se pone traje tampoco es manca. Ahí están para demostrarlo los nacionalistas catalanes y vascos atracando al Estado por lo fino o el PP valenciano y madrileño entrampados hasta la corbata de Camps o las cejas del exalcalde Gallardón. A todos les sientan mal los recortes de Mariano, cuya dieta de adelgazamiento se le nota también a él en los trajes. Debería ir al sastre para que les cogiera un poco la sisa y, ya de paso, a cualquier barbero que le hiciera un injerto resolutivo de Gordillo a su pusilánime jeta.
A lo mejor así se decidía de una vez a meterle mano al despilfarro autonómico haredado del paisano Zapatero y de los suyos propios. Pero no tiene lo que hay que tener en otro sitio donde también crecen pelos, más o menos un palmo abajo del ombligo. Lógico, por lo demás, porque como bien dice Esperanza Aguirre la mamandurria es de todos, menos de los que pagamos impuestos.
En León no hay Gordillos y los guiris después de ver la Catedral se acercan a contemplar las cenizas del Ayuntamiento. Oiga, tardan menos a pie que el camión de los bomberos cubriendo la misma distancia. Ay, camioneta Bonifacia de Genarín. Los más ecologistas excursionan luego a los calcinados pinares resineros —pino pinaster— de Nogarejas y Tabuyo, donde siempre estuvo y está una base de helicópteros antiincendios de altos vuelos. Da pena ver aquellos parajes vecinos a los pueblos de mis señores padres, o sea entre La Bañeza y Corporales de Cabrera, donde había cien kilómetros cuadrados de verde pinar. Multiplique usted diez kilómetros por otros tantos y pruebe a pasearlos.
Al igual que la catástrofe nacional éstas otras pueblerinas dan una idea de la ineficacia de una clase política que abarca a todos los partidos. En el Ayuntamiento de León y en Nogarejas el fuego se inició, como quien dice, al lado del río y tardó en llegar el agua.
Al igual que en el desastre de las autonomías no se moleste usted en pedir explicaciones a Rajoy, los suyos o los otros. Las cuentas públicas se rigen por las modernas matemáticas del caos, estilo Parque Jurásico.
«Oiga», le van a contestar como mucho y a buenas horas, «entre bomberos no nos pisamos la manguera».
Pues eso, Ángela Merkel.
A mí que me rescaten.