Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tengo por Canadá una vieja y rendida admiración que nació con las películas de tramperos y mohicanos aliándose o crismándose en aquella inmensidad montañosa tupida de bosque donde los ríos rugen salvajes... las últimas fronteras... y la nieve.

En bachiller, Jack London me coló en el asunto del gran norte y, estudiando leyes, me metió en el Canadá urbano y arcano Beautiful losers (traducida como Los hermosos vencidos ), una novela algo espesita y triangulada de Leonard Cohen, que en aquellos 70 cantaba a Suzanne , rompía la pana con su música y, sin embargo, le respetaban como poeta y escritor hasta los listos.

Pero sobre todo, me rindo a ese país inmenso por razones tres:

Primera: son dos Canadás más claros que nuestras dos Españas y, hablando dos lenguas distintas, nunca tuvieron una guerra civil ni llegó la sangre al río, salvo la anécdota trágica de agosto al liarse a tiros un anglófilo que mató a una persona en la victoria electoral de la candidata independentista quebequesa, québécois (quebecuá, para entendernos por la oreja).

Segunda: su himno nacional es un coro y no una marcha militar.

Y tercera: ¿conoces un solo futbolista canadiense?...

Los quebecuás (Celine Dion es de Quebec) simbolizan el Canadá de la vieja colonización francesa y siempre anhelaron la independencia del resto anglosajón, aunque ambos a su vez lucharon por sacurdirse el yugo de la vieja metrópoli londinense o parisina. Condenados a entenderse, en realidad lo hacen con mucho raspe y muchos equilibrios, mucha ley de respeto al otro y mucho pleito parlamentario (lo civilizado). De hecho, la letra inglesa del himno nacional no es una traducción de la original francesa, va a su bola (y es más guapa), así que ambos cantan el mismo himno, pero con letras diferentes, lo que vendría a ser la solución al mudo himno español: que cada cual ponga su letra.

En fin, vascos y catalanes han ido a beber en lo quebecuá con insistida frecuencia. Es una referencia soberanista a tener en cuenta, pero los quebecuás llevan perdidos ya dos referendums de independencia (1980 y 1995; ahora tocará otra vez)... y no se desaniman.

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