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Publicado por
PEDRO trapiello
León

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Tiene el viejo pastoreo de aquí o de Mongolia una certeza secular: el fuego también tiene su cara buena, lo mismo que el agua la tiene mala malísima (y la bendicen, pero si se pone, es tan devastadora o más que un incendio vestido de infierno).

Tú mismo: si fueras condenado a morir por fuego o riada, ¿qué elegirías?...

Los montes ya ardían algunos millones de años antes de inventarse la yesca o la cerilla y no hubo entonces por allí bomberos autonómicos para atajar el fuego, así que los incendios hubieron de ser todavía más dantescos que estos, oh Fabio, que has visto este año por aquí dejando tras de sí el rastro de la desolación total. Y mucha furia.

¿Y vino después de aquellas hecatombes forestales el desierto, el paisaje lunar?... No necesariamente, dice la ciencia; al contrario, rebrotaron bosques (cruzaba España una ardilla de árbol en árbol) y vino fauna a los claros y pastos que dejó el fuego, evolucionó y se diversificó la vida adaptándose a nuevos campos; incluso algunos árboles (eucaliptos australianos o cipreses mediterráneos) aprendieron a defenderse del fuego y a salir casi siempre de la tragedia chamuscados, pero no muertos, «vulneratus, non victus».

Es tan necesario el fuego en el mantenimiento y evolución de la vida, que biólogos y autoridades del parque de Yellowstone, después de muchos años de piadosa necedad, llegaron a la conclusión de que no sólo era contraproducente apagar los incendios naturales y fortuitos (dejaron obrar al rayo), sino que a veces los provocarían en ciertas áreas para limitar su degeneración biológica, cosa que también piden algunos escobedos del parque de Picos y así se va entendiendo hoy mal que bien, de modo que el siempre condenable cerillazo de pastor puede ser en algún caso cerillazo bendito (algo tendrá el fuego para que lo bendiga la biología y el que sabe). Pero el problema está en el que no sabe: el joputa del chisquero, el necio de la hoguerina, el tarado amargadín, el quemazarzas, el que te busca la ruina... y también el político que descuida el monte... y el que reforesta con apretuje militar abriendo pistas en el bosque para llenarlo de todo tipo de gente y cacharros que cagan humos, chispas, colillas o cartuchazos.