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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tienen los norteamericanos el culo tan apretado, que no les cabe ahí una lenteja desde que hace días el Congreso de los Estados Unidos recomendó a los ciudadanos e instituciones públicas de ese país que hicieran preparativos para protegerse ante una próxima y eventual tormenta solar cuyas consecuencias podrían afectar seriamente a sistemas, tecnologías, comunicaciones, aparatos y vida cotidiana. Entre las recomendaciones está el aprovisionarse de agua, alimentos o crear enlaces civiles y comunitarios de seguridad para enfrentarse a una posibilidad catastrófica... en fin, como para no cagarse de la risa, tú, que va en serio, lo dice la autoridad.

Estas alarmas se contagian, aunque expertos y astrofísicos maticen la relativa gravedad de las tormentas solares producidas regularmente cada once años (ahora toca). Sin embargo, el gobierno canadiense acomete actuaciones similares y varios países europeos hacen también sus previsiones ... ¿y aquí?... por ahí se lo están tomando muy en serio y eso es que se puede armar la de san Quintín o la de san Lorenzo, según sea que explote algo o se queme la parrilla... ay, virgensanta...

Los adictos a la profecía maya (aunque ya los arqueólogos que trabajan en los últimos hallazgos demostraron que es falaz) se acogen a estas llamaradas y rezan para que se desmelenen en su corona solar el 21 de diciembre, que es la fecha elegida. Creen que algo es algo: si no se acaba el mundo, al menos que se le fundan los plomos.

Como pulgas a perro flaco, así se nos vuelven a nosotros las malas noticias y los daños de esta crisis puta y además propinada con fuegos devastadores, sequías agrarias, inundaciones lejanas y, ahora, con esta traca final de un sol cabreado que hará lucir auroras boreales hasta en La Candamia, como en aquella tormenta solar de 1856... se vieron hasta en Viena, Roma o Madrid.

El fuego es muerte y purifica, proclama un viejo sacristán que anda algo toli de chaveta: la vida resurge de la ceniza... y rezad, hermanos, para que no nos llegue una llamarada solar en forma de carro de fuego, porque seguramente vendrá montado ahí el profeta Elías, que ya en la Biblia demostró su afición a este tipo de transporte.