Diario de León
Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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Hace unos días, una periodista norteamericana me preguntaba, cómo era posible que con cinco millones de parados en España no hubiera más asaltos a supermercados y grandes superficies que los protagonizados por el alcalde de Marinaleda. Algo que a mí también me sorprendería si no fuera porque conozco casos de familias que viven con lo mínimo, con el sueldo de la madre —limpiadora por horas—, o la pensión de alguno de los abuelos, y que solo les da para pagar la luz, el agua, la comunidad, el teléfono, y una comida al día.

Tal es el caso de Silvia, de su marido y de sus cinco hijos —todos menores— que llegaron a España desde Perú, atraídos por la propaganda de que en nuestro país podían encontrar lo que en el suyo les negaban: trabajo y un futuro mejor para sus hijos. Lo encontraron. Durante años el marido de Silvia trabajó a destajo en la construcción, donde ganaba un buen sueldo, que junto al de su mujer —asistenta por horas—, les permitió ahorrar lo justo para dar la entrada de un pisito en un barrio de las afueras de Madrid, y meterse en una hipoteca que cuando las cosas han venido mal dadas tuvieron que dejar de pagar. Dentro de unos días les va a desahuciar la caja de ahorros que con tanta generosidad les facilitó el crédito.

La situación de esta familia es tan agobiante que hace un año la hija mayor estuvo a punto de morir por un exceso de medicamentos. Una situación que superaron gracias a la profesionalidad de los médicos, de los profesores de la niña, y de gente que sabiendo lo que les estaba ocurriendo, desde entonces les hace llegar comida, medicinas, ropa, para paliar su precaria situación.

Historias como la de Silvia son hoy moneda corriente y que afectan a una buena parte de los extranjeros que viven en nuestro país, pero también a muchos españoles que han perdido sus trabajos y sus ahorros, y que están logrando salir adelante gracias a la generosidad de sus familias, pero también de esa gente anónima que no mira para otro lado cuando se topa con estos graves problemas, y gracias a los cuales la miseria es menos visible, que es en definitiva lo que buscan las administraciones públicas.

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