CORNADA DE LOBO
Somos españoles
Todo el aforo vendido en el ampuloso auditorio del Niemeyer de Avilés para un mano a mano de dos voces, dos guitarras... y dos corazones... nunca antes (aunque de muy antes se conozcan) habían actuado juntos, no se vio... ¿Amancio Prada y Paco Ibáñez a la vez?... inédito.. pues entonces, es de ver, claro, no hay distancia que valga... y allá nos fuimos.
Nos lo premió el gozo de escuchar algo emocionante que aquí no podremos oír, no es probable, pues son reticentes a montarse una gira sabinamente (quizá se haga un otro encuentro en alguna ocasión excepcional junto a otros trovadores), pero no por razones de edad o fatiga (Paco ya cumplió 78 y nadie se los echa, está rapazón; y Amancio, chaval), sino porque pasan de hacer industria con aquello que debe quedarse en sentimiento cierto y no en rutina comercial o pura función.
Lo cierto es que por ser vez única, allí se palpó sinceridad e intensidad y sus canciones fueron un tacómetro que mostraba al público la radiografía de un largo viaje conjunto de cuarenta años con los temas que grapó a su memoria toda una generación ilusionada que convirtió algunas incluso en himnos... ¡a galopar!... ¡libre te quiero!... y suenen campanas de Bastabales y sátiras a don Dinero, pasen rosalías, quevedos, celayas, albertis, ferlosios, sanjuanes, brassens, goytisolos... canta Paco o canta Amancio y el público secunda letras y sones como coro con sordina, recordando el viaje... ¿un viaje a dónde?, se preguntó inquietantemente Paco... y entre los dos nos remitieron a lo que dicen los poetas.
¡Lo que es la vida y sus vueltas!, eran canciones que venían a cuento del todo en estos tiempos que vivimos o morimos... ¿qué ha cambiado en la médula espinal de lo que somos?... ¿y el país?...
El país estaba a la mañana siguiente en el atrio de una iglesia de Avilés: cinco mendigos se disputaban la tacañería del feligrés (sólo tres aflojaron)... eran mendigos jóvenes, demasiado... como la pareja que vimos después sentada junto a una sucursal, bien vestida, gente normal que confundí con turistas... pero estaban pidiendo y su cartón de reclamo no ponía las desgracias habituales de estos casos, sino un lacónico y demoledor «Somos Españoles».