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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tirarse por la ventana es lo único que distingue esta crisis del crack financiero de 1929: entonces se lanzaban al vacío los banqueros, hoy sólo lo hacen sus clientes. Curioso. Diógenes salió con el candil de su tonel de campaña y fue preguntando: ¿hay por ahí un solo financiero que quiera lavar con su muerte la ruina, la estafa o su deshonor?

Esa mujer vasca que saltó a la calle al subir por la escalera de su casa policías y agentes judiciales a desahuciarla de su piso pasó a engrosar la lista de un reality trágico que, lamentablemente, seguirá en pantalla un tiempo largo, unos años más. Otros saltaron o se ahorcaron antes que ella cuando el banco ejecutó su legal expolio por mano vicaria. Antes muerta que humillada en el arroyo.

¿Quién es capaz de imaginar las consideraciones y argumentos que se trillaron una y otra vez en esas cabezas antes de disparatarse?, ¿qué les pudo más: la ruina o la vergüenza?... Sea lo que fuere, ha de ser algo que no se soporta, una mole sobre el pecho, algo que les asfixia toda fe mientras la compasión bancaria duerme en la cámara acorazada. Es como si al abrir la ventana cada mañana esa gente viera en la pared de enfrente aquella «optimista» pintada estampada en Buenos Aires cuando los argentinos arruinados por sus corralitos escribían hace diez años el prólogo de esta hecatombe económica nuestra: «La esperanza es lo último que se… perdió».

Ha de ser insoportable a cualquiera el saberse perdedor ante el mundo y humillado ante todos tras verse una mañana con los muebles en la calle y expulsado de su casa, de su último calor y refugio donde resistía para nada el asedio de su tragedia. Pero la inmisericorde maquinaria del desahuciador no se detiene, la ley la engrasa y hasta un juez roto en vergüenzas ha de aplicarla.

Dicen que ahora, muerto el burro tras saltar por el balcón, se van a poner gobierno y oposición a buscar cebada y cataplasma parlamentaria para esta vergüenza nacional. Tardarán, claro, pero por de pronto ha de exigirse ya, al menos, esa ley que rige en Francia y que prohíbe los desahucios en invierno… qué menos que librar de congelarle las carnes a quien ya le helaron el alma y las ganas de vivir.