EL PAISANAJE
Bota sí
El referéndum que quiere Artur Mas sobre la independencia catalana está mal planteado. Ya dejó dicho Felipe González que, si quiere ganar por goleada, no es allí donde tiene que preguntar sino en el resto de España, donde el hartazgo es manifiesto. En Cataluña, como mucho, obtendrían una mayoría raspadina.
A ver si con las elecciones de hoy se acaba de una vez la turra, aunque es de temer que no. Fuera de la tierra del espetet y la sardana al personal le duele la cabeza de aguantar este mes tanta demagogia y populismo de Mas, Pujol y compañía, así que son de compadecer los que allí viven y votan. Eso tiene que ser un tormento sólo soportable si te calas la barretina hasta las orejas.
En España se hizo hace treinta años una transición acomplejada frente a los nacionalistas, premiando con escaños en el Parlamento de Madrid a partidos que, como CiU y el PNV, eran unos señoritos del separatismo y de la lucha contra la dictadura. Legislatura tras legislatura sacaban cuatro votos en su pueblo y era indispensable pactar con ellos para formar gobiernos sin mayoría absoluta. Por supuesto a cambio de dinero, no en vano la peseta fue un invento del catalán Figuerola en tiempos de Isabell II. Pero ya el gallego Franco les tenía miedo, manda carallo, cuando dictó la tira de leyes proteccionistas para la siderurgia vasca y los telares catalanes, a los que había que comprarle la producción a peso de oro aunque por ahí fuera se pudiera importar lo mismo con precios de saldo. Dicen ahora que les hemos estado robando. Será la memoria.
Peleamos con nacionalismos de campanario, le digo a usted, señor obispo, apoyados por sus respectivos curas. Acuérdese usted, si no, del «Dios, patria y rey» de las carlistadas o de las escaladas de Pujol al monasterio de Montserrat cuando aún no tenía lumbago (Jordi, no el abad ni la Moreneta). Y poco a poco han ido ganando para ellos una generación adoctrinada en ikastolas e inmersiones lingüísticas con los mayores índices de fracaso escolar. Salen de la escuela sin desasnar pero con orejeras independentistas, dando siempre vueltas a lo mismo como las mulas de las antiguas norias de mi pueblo.
Las concesiones han sido inagotables. Ya Aznar le dio a Pujol la cabeza de Alejo Vidal Cuadras, que se explica con voz rota de cazalla charnega y se le entiende todo, y de un extrechísimo colaborador suyo, el periodista Miguel Ángel Rodríguez, por burlarse de la baja talla del honorable como estadista y la otra que salta a la vista. Luego vinieron Zapatero y Montilla y fue el despiporre del toma sin daca con tal de gobernar.
Le da en la nariz a un servidor que si la clase política española vive en una burbuja la catalana es como ET cuando apuntaba al cielo con el dedo «mi caaasa». Ojalá Artur Más tenga tanta suerte como el simpático extraterrestre de Steven Spielberg y se lo lleven en volandas los suyos lo más lejos posible. Por estos andurriales no le íbamos a llorar ni echar de menos, así que adelante, macho. Ya es casualidad que en la campaña de las catalanas nadie haya hablado de la crisis o los despilfarros de la Generalitat, ni tampoco investigado la corrupción endémica de una casta que seguramente sólo es superada por la andaluza. Es lo malo que tiene considerar el poder como un patrimonio personal durante décadas.
Tengo algunos amigos que emigraron a donde Mas y que cuando regresan al pueblo por vacaciones vienen como con el síndrome de Estocolmo. Algunos en la Virgen de Agosto hasta mastican el castellano con acento de butifarra. Allá ellos y con su pan se lo coman.
Uno es de los que piensan que con su demagógica letanía Artur Más ha hecho mucho daño, pero sobre todo a su tierra y su riqueza. Hubo un tiempo aun no tan lejano en que las campanadas del año nuevo se estrenaban en toda España con burbujas doradas de Freixenet y música de Lola Flores. La Lola se fue a los puertos del más allá y los vinateros castellanos no paran de embotellar espumosos para la ocasión, será por algo. Sólo algunos empresarios como el editor Lara (Planeta) han avisado que ellos se largan. Oiga, es natural, porque el catalán como lengua no es más que un dialecto trasnochado del Languedoc sin pasar por la academia de las letras francesas, igual que el bable en Asturias, donde no llegó la gramática de Nebrija y a duras penas los romanos. El gallego es otra cosa más cercana e histórica desde que Alfonso X el Sabio compuso sus Cantigas. La UPL quería hacer aquí lo mismo con la «llingua lleunesa», toma palabro, del exconcejal Abel Pardo.
De ese nos libramos a tiempo