Muy personal

Acostumbrado a la vida parsimoniosa de León, el tráfico es un cambio brutal. «Yo me muevo principalmente en bici o caminando y aquí en ese sentido, es un desastre. El rey absoluto es el coche y no hay espacio para príncipes, salvo tal vez el helicóptero, que usan las personas con prisa y dinero para ahorrarse los continuos atascos, saltando de rascacielo en rascacielo sin apenas tocar el suelo. Es una ciudad más extrema de lo que estoy acostumbrado».

Los clichés cariocas se hacen realidad: «Conviven con naturalidad los rascacielos y las casas bajas, barrios ricos con favelas, restaurantes carísimos y tascas a precio de saldo, cultura con desconocimento absoluto, estrés y samba, ruido con ruido (aquí el silencio suena a tráfico), la naturaleza y el hormigón...»

«Alguien dijo que São Paulo no es Brasil, y no sé hasta que punto es cierto, pero podría ser. Es un cúmulo de tantas cosas y con un tamaño tal que hace que se tenga que hablar de ella como un ente diferenciado. Es una ciudad que puede resultar dura, aunque ahora estoy viviendo a gusto. Creo que en eso tiene mucho que ver la misma sensación que tuve al llegar a Madrid. Las dos son lo que son, sin pretender dar una imagen falsificada».