Por trimestres

Todo queda atrás, procesiones, devociones, descansillos, rezos, cuchipandas, viajes, peñas, limonadas, tambores, cornetas... la de Dios...

...y ahora vuelve aquí la del Diablo, porque con las pascuas de este Lunes de Aguas (sólo en Salamanca es fiesta bachillera, pues tal día como hoy resucitaban las putas y las cruzaban el Tormes en barcas) se inicia el trimestre decisivo... dentro de nada, más exámenes, ya finales, los agónicos y...  ¡atenta la compañía!: los examinadores vienen de Berlín y de Bruselas.

Los Troikos y las Angelines ya te han advertido y demostrado por qué en junio suspenderás de nuevo otra vez... ¡y los próximos quince años!... así que repetirás curso hasta dolerte... y te sublevarás al ver que incluso Rumanía te adelanta en rankings, rentings, pibs, rattings, manguings y pupitres.

En fin, feliz trimestre.

En un reciente y magistral artículo, Manuel Vicent confesó que ya no puede ni debe vivir «a la larga», así que ha decidido gobernarse por trimestres, pues llegada su edad, sólo se fía de sí mismo a tres meses vista... y así, programa su existencia nutriendo mejor la escudilla de los días y pequeñas cosas, incluído un wisky de atardecer mediterráneo con amigos y banalidades... de este modo, logra capear lo trágico y ordeña algo de la poca leche que da este vivir de vacas flacas... y tristes... muy tristes estas vacas... ¡y no pueden ser más flacas las muy jodidas!...

Este método trimestral es muy sugerente. Imagínate vivir creyendo que en sólo tres meses puede acabarse todo... quizá hicieses mejor lo tuyo sabiendo que ya no lo harás de nuevo... y deprisa: hay mucha tarea y mucho vivir... ¿te darías cuenta entonces de la cantidad de cosas que no merecen ninguna pena y que jamás harías si tuvieses sólo tres meses?... ¡ah, si recordáramos a menudo la caducidad que llevamos escrita por los genes o el destino!... también debería hacerlo el dinero en billetes... hay opinión cabal exigiendo que el papel moneda tenga caducidad por ley (y se cambia por nuevo al llegar su fecha)... sólo así puede obligársele a salir de sus huras y paraísos donde se esconde y azorra jodiendo la marrana y arruinando a la sociedad.