EL PAISANAJE
A peseta y vale
Aseguran algunos que en una caja de zapatos caben cien millones de las viejas pesetinas bien apretados en billetes de quinientos euros. Lo creo. Aunque no haya visto ninguno he oído decir que existen. Viene esto a cuento y cuenta de la propuesta de Rubalcaba de suprimirlos y con un buen impuestazo para financiar a la tira de pobres. Por mí de acuerdo. Como ocurrencia no está mal, si bien se ve que el líder del PSOE está perdiendo reflejos. Uno en su lugar hubiera sugerido imprimir billetes de mil y hasta de tres mil y al llegar con la caja zapatera al cambio de estos últimos, zaca.
El euro fue un invento con mucha propaganda en tiempos de Felipe González cuando ya se imprimían aquí billetes de diez mil pesetas como en Italia de cien mil liras, se dice pronto. Los de mi peña pensamos que se actuó con demasiada alegría al no sacar el billete de un solo eurín, lo que hubiera dado a la gente mucho que pensar a la hora de gastarse los cuartos. Acuérdese usted de cuando iba a la tasca de su esquina, pedía un vino, ponía veinte duros y le devolvían cincuenta pesetas. No es lo mismo pagar con moneda fraccionaria que tirar de la cartera y personalmente he dejado ya de hablarme con media docena de tasqueros del centro de León que, al pedirles un bierzo de batalla, ya te avisan de entrada con un «son un euro con ochenta céntimos». Al recordarles que sólo quería un vaso y no la cosecha, aunque podría con ella, te miran con una conmiseración infinita y te retiran la tapa y el saludo.
Y quien dice del chato de tinto, no todo va a ser chatear en Internet, dice de este periodiquín dominguero, que antaño valía veinte duros y ahora dos coma cuarenta euros, o sea que multiplique usted por cuatro. Y lo mismo para mercar un par de zapatos. La última vez en una tienda la dependienta vio mis raras pintas y soltó un «querrá llevárselos sin la caja, por supuesto». Se ve que doy el cante enseguida. De todas formas la iniciativa de Alfredo da mucho juego para desintoxicar la aburrida política económica de Mariano, del que sólo se sabe que tiene una prima de riesgo. Quietos todos en Santovenia de la Valdoncina, que es mi ayuntamiento.
Dicen también que en las aduanas hay perros policía para detectar billetes grandes como otros lo hacen para la cocaína o el porro. Cualquier día Montoro ficha para Hacienda a los pobres chuchos, que no dejan de ser funcionarios, por un hueso más al día. Lo que no me explico es cómo uno de cuatro patas es mejor que otro de dos en el fisco. A ver si no se me olvida preguntárselo a la inspectora Isabel Carrasco, siendo todos del mismo partido. Me ha ladrado confidencialmente mi cocker, de nombre desmesurado «Duque», como Montoro, que lo que huele no son los billetes de quinientos sino el sudor en salva sea la parte del que los lleva. Según él a los que se bajan al moro les pasa lo mismo, pero atufa más el costo y no digamos la cocaína de los que la traen literalmente en el culo.
Leídas igualmente las últimas noticias sobre las mochilas llevadas a Andorra por los hijos de Jordi Pujol o las arreadas en bolsas de basura para casa por el exalcalde marbellí Cachuli, en ambos casos repletas de a quinientos euros, dan pena y sólo se le ocurre a uno recomendarles cuidadín de puertas adentro no vaya a ser que la señora tire al contenedor lo que no debe en un arrebato de limpieza o que el nene se lleve a la excursión de fin de curso el mochilón confundido. Oiga, qué tragedia en casa con los ahorros de toda la vida. Las cosas en España funcionan así y no es de extrañar que por ahí fuera cuando pagas una birra el camarero muerda la moneda por si es falsa. Merçi, garzón, póngame otras que yo no tengo déficit como el país de donde vengo. Anda que la France tampoco anda manca en deudas y funcionarios sobrantes. Lo que desconozco es cómo se las apaña Zapatero para vivir donde vive, aunque sea de alquiler, con lo que le queda de pensión a un expresidente. Sólo en el colegio de las niñas góticas, qué foto histórica la de Obama, se te van veinte o más de los billetes de que estábamos hablando.
En cuanto a los ricos de León inspirado en la iniciativa de Rubalcaba he olfateado en el «Cantábrico», donde no hay mayores preocupaciones sobre el futuro de los billetes de quinientos euros en cajas de zapatos. Más bien se comparaban entre ellos mirándose unos a otros por encima del hombro a ver quién tenía más tacón. Ni tuvieron el detalle de invitarme al vino cuando le pregunté a uno «¿Y tú qué número calzas?». Me echaron con cajas destempladas.
Se ve que servidor es de alpargata.