EL PAISANAJE
Yo, sin IVA
Montoro quiere acabar con Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, que se hacen pasar ahora por Manolo y Benito para despistar al fisco. Allí donde no meten mano los gobiernos la cosa funciona razonablemente bien. Se ha sabido esta semana que la economía sumergida mueve ya en España doscientos mil millones de euros, lo que quiere decir que uno de cada cinco que genera el país Hacienda ni los huele. Lo que se le escapa a Montoro debe ser bastante más y esto lo digo por mí. Encarga usted un apaño en casa, pongamos que arreglar el tabique, viene el paleta, hace su faena y al cobrar pregunta «¿Quiere usted la factura con o sin IVA?». Vamos, hombre, al último le llamé gilipollas.
Da en la nariz que el Gobierno buscando dinero debajo de las piedras va a iniciar una inicua campaña fiscal contra el parado chapucero para que se joda y pague como todo quisqui y eso es matar moscas a cañonazos. No hace falta ser economista Nobel para calcular que dos de cada cuatro currantes en paro la mitad sobrevive con chapuzas como la de mi casa. Si no el país hubiera explotado ya. Esas manifas que recorren las calles contra los recortes son sólo espuma, o sea de una casta de funcionarios de educación o de sanidad tan privilegiada como la política en los tiempos que corren y a la que no pocos pertenecen, sobre todo en las aulas. El mar de fondo está más abajo, tal que la lava de los volcanes canarios.
Es una feliz noticia que la economía sumergida vaya viento en popa, así que valdría más no tocarla para salir de la crisis. Por lo demás tampoco es nuevo. Cuando Aznar recibió de Felipe González una herencia parecida a la de Rajoy de Zapatero, pero sin mayoría absoluta, tardó casi dos meses en formar gobierno mientras negociaba alianzas con los de siempre, es decir los nacionalistas de la barretina y de la chapela que hoy se le suben a Mariano a las barbas. Sucedió que en aquel receso ingobernable subieron la bolsa y los contratos de trabajo. Calculo yo que en la toma de posesión José María le dijo a Rodrigo Rato algo parecido a «macho, ahora somos liberales así que no toques nada». Rato se hizo famoso por levantar la crisis económica de la época sin tocarla, aunque como tiene estudios y viene de familia bien cada vez que le preguntaban por el secreto de su éxito contestaba siempre en francés ilustrado «laissez faire, laissez passer». Total que cuando le mandaron arreglar lo de Bankia tampoco hizo nada y dio el petardazo. Tuvo que ir uno del BBVA, Gorigoztarri, cuadrar los balances y explicarle por qué: «chico, tienes la mayor inmobiliaria de Europa en pisos sin vender e hipotecas impagadas». Más o menos es lo que pasa también en Caja España y quien no se lo crea que pregunte a Evaristo del Canto, que estudió conmigo en los Maristas y ya de aquella era más pispo que un servidor.
Es una feliz noticia que la economía sumergida levante cabeza, así que valdría más no tocarla para salir de la crisis. Sin duda hay dinero más golfo que el del albañil sin factura y, oiga, también del abogado o del médico, a los que cuando pagas la consulta ni se molestan en preguntar lo de con IVA o sin IVA. Como yo también me quemé cinco años los morros en la universidad por lo menos no se han atrevido conmigo. Golfa, lo que se dice golfa, es la pasta que han trincado los cuatrocientos políticos de todo color y plumaje inmersos en procesos judiciales de corrupción, esos que se sepa, de todo lo cual va a pagar el pato Urdangarín, aunque no su principesca señora que ignoraba dormir con un cara dura. Dicen los jueces que el ingente número de corruptos colapsa sus despachos y que por eso las querellas dormitan años y años. Calcula uno que con el no menos ingente número de jueces que hay en España la cosa se resolvía en un año y un día como mucho porque no creo que toquen a media puñeta por corrupto. Yo pienso lo mismo que los dos gitanos del autoestop a los que no paró un coche de la Guardia Civil. «Ja, chacho», le dijo un compadre al otro, «de atestados nada... si sólo iban dos».
En cuanto a Montoro para cuando quiera lidiar con la economía sumergida se le avisa que no basta con la burocracia fiscal, porque somos muchos, sino que deberá tener en cuenta las tres «b» del maestro torero, a saber bista, balor y buevos. Vamos, anda. Los impuestos a los de a pie no hay ya quien los soporte y ahora anuncian otros nuevos para los que fumamos.
A mí me pasa lo que a Espartaco, casi yerno de Rato, que ya se quejaba en sus tiempos de gloria: «uno de cada dos toros que mato es pa Hacienda».