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De verdugo a defensor

Jerry Givens, ex miembro del equipo de ejecución de una prisión . en EE.UU., es ahora un activista contrario a la pena capital .

Publicado por
m. e. alonso | (colpisa) madrid

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«La primera vez que ejecuté a alguien vi que en el certificado de defunción se escribía ‘homicidio’ como causa de la muerte y comencé a reflexionar». Durante los 17 años que Jerry Givens trabajó como verdugo en Virginia, dio muerte a 62 hombres. Y en todos los casos, sintió lo que denomina ‘la euforia del ejecutor’: la adrenalina de sentarse detrás de una cortina, tirar de la palanca y liberar así un mortífero cóctel de tres fármacos que le parecía menos humanitario que la electricidad que antes aplicaba al accionar un interruptor. Los productos químicos de la inyección letal siempre requieren mucho más tiempo que la sacudida mortal de la silla eléctrica.

«Me acostumbré a las ejecuciones, para mí era solo un trabajo», afirma Givens. Pero una vez que la euforia pasa, el ejecutor enfrenta la realidad: mató a alguien. Y casi siempre subsiste la duda. La única certeza es que la pena es irrevocable. «Si uno le quita la vida a una persona inocente, no es mejor que los que están tras los barrotes», dice el ex carcelero.

Carrera terminada

Pero eso pertenece al pasado. Su carrera de ejecutor terminó hace trece años, cuando fue condenado por falso testimonio y blanqueo de dinero —y fue a prisión durante cuatro años, jurando su inocencia—.

Ahora ofrece su testimonio por el mundo en la lucha por la abolición universal de la pena de muerte. «Pido a Dios que me perdone cada día por mi pasado», dice Jerry, que actualmente se gana la vida conduciendo un camión.

Víctimas y verdugos participan en el 5º Congreso Mundial Contra la Pena de Muerte, que hasta el sábado se celebra en en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, unidos por un mismo fin: exterminar la lacra de la pena capital y empujar a los países a un compromiso político con vistas a un cambio.

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