Diario de León
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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Una pregunta clave: ¿quién es Jesús para mí? Y con ella, otras: ¿Qué influencia real tiene el Señor en mi vida? ¿Qué significa confesar a Cristo? ¿La fe en él me proporciona una mirada nueva? ¿Qué grado de adhesión tengo a los valores cristianos? ¿Cómo influyen los criterios evangélicos en mis decisiones? Cada uno debemos de examinar la propia postura ante Jesús. La fe es relación, reconocimiento, confesión... La respuesta de Pedro en el evangelio de este domingo no fue una definición de Jesús, sino una profesión de fe.

Jesús se dirige a todos y nos pide algo más. Sus palabras son una invitación condicionada, porque invita a seguirle, pero por su mismo camino. «Venga conmigo quien se niegue a sí mismo y cargue con la cruz de cada día». No se trata de una expresión apenada, ascética en un sentido negativo de la palabra. Negarse es no ponerse en el centro, darse, amar, dejar a los demás ocupar el lugar preferente en la vida. Quien quiera seguir al Maestro deberá asumir la cruz que cada día surge cuando se busca encarnar el amor en la historia y pagar sus costes. Quien obra así lo tiene difícil en este mundo, al dejar de pensar en sí mismo para pensar en los demás. Sin embargo, Jesús insiste en la «ley» que resume todo el evangelio. «El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará». Paradójicamente quien intenta amurallarse para vivir mejor o quien busca eludir el sufrimiento y la muerte, es quien no salvará su vida. Pero quien se olvida de sí mismo, quien acepta desvivirse por amor, quien entrega su vida incluso hasta morir, ése salva su persona. Esta es la paradoja de Jesús y la que aguarda a sus seguidores.

Por eso, ser cristiano es conformarse a Cristo, asimilar sus actitudes vitales. En este caso, la de «entregarse por» los demás, hasta el final. Los discípulos de Jesús, individual y colectivamente, como Iglesia, están en ese camino y experimentan quién es Jesús y en qué consiste ser sus discípulos, si se desviven por la salvación del mundo. En cambio, cuando se preocupan de sí mismos hasta olvidar la misión que se les encomienda, cuando acogen el plan de Dios escuchando las necesidades de los hombres, lejos de recuperar la conciencia de su identidad, la pierden sin remedio. ¿Quién dice la gente que somos nosotros, los cristianos? Porque hoy Cristo es para la gente lo que de algún modo somos los cristianos. Me refiero al Cristo que padeció y murió, pero que resucitó y vive en los cristianos. Y nosotros, los cristianos, ¿qué decimos de nosotros mismos? ¿Cuál es nuestra identidad?

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