EL PAISANAJE
‘Redículo’
Una vez que los de mi pueblo, que es La Bañeza, perdieron por goleada con los de Astorga el entrenador los animó a lo Mourinho: «el redídulo; sólo sabéis hacer el redículo», remachando mucho la «e». Como es natural el once bañezano no volvió a levantar cabeza, descendió de tercera a preferente, luego a regional y comarcal de octava y así sucesivamente. Ahora milita en la categoría de solteros contra casados. Bueno, pues algo así pasó el otro domingo con lo de los juegos olímpicos de Madrid.
Servidor, que está curado de espantos con maragatos, también se sintió redículo en Buenos Aires tras el despliegue del príncipe Felipe, su señora esposa, Rajoy, la alcaldesa Ana Botella —¿Por cierto, qué pinta esta doña en política después de haber sido la primera dama del país?— y multitud de altos cargos paniaguados que volvieron con las orejas gachas y ahora echan raudamente tierra sobre el asunto. Algunos colegas míos también. Se habían generado demasiadas expectativas de hinchada desaforada, que, aparte del redículo, prometían el oro y el moro de beneficios económicos para España y mucha gente picó. «Pero hasta nos ganó el turco», me lloró en el hombro un amigo que hizo la mili de legionario en el Tercio Don Juan de Austria y que ya no quiere reengancharse.
Vamos a hablar claro tal que los del COI. ¿Cómo pretende un país con seis millones de parados dilapidar una pasta gansa en olímpicas parrandas para tiempos de austeridad generalizada? El otro día un jubileta, excéptico como yo y con peor mala leche, me dijo a la hora del tute en el hogar del pensionista, que para nosotros son las veinticuatro horas del día: «Yo hubiera batido el record de la maratón porque no veas cómo corro para llegar a fin de mes». Entrenamiento es lo que nos sobra.
A ese y a mí el COI nos ha dado la razón. Tembáblamos ambos por si hubiera sido al contrario. Miles de millones de euros en inversión pública que mejor están para otras cosas y, lo que es peor, otra carrada de trinques y corrupciones en obras, estadios, pitos y flautas. Hay que tener muy mala memoria para olvidar los pufos de la Expo del 92 o de las olimpiadas de Barcelona, cuando los del ladrillo veían pasar los millones por el cielo cual vacas volando y naturalmente las cazaban al vuelo estilo mariposa, que es nadando a favor del gobierno de turno y guardando la ropa. Que uno recuerde ya reumático las únicas olimpiadas con superávit fueron las de Los Ángeles y eso porque las organizó la iniciativa privada y no un gobierno manirroto. Arriesgaron su propio dinero, obtuvieron beneficios y que con su pan se los hayan comido porque eso está muy bien y es lógico.
Lo siento por los nipones de los juegos olímpicos veinte veinte. Nikito Nipongo, creo que se escribe así el nombre del heredero del trono, que no manda nada. Ya tenían bastante con los terremotos y las centrales nucleares que vierten al mar escaralladas para, encima, meterse en este charco. Pero por lo menos ellos no hicieron el redículo de mandar a Argentina al futuro emperador como nosotros al heredero de la corona, que ha quedado como Cagancho en Almagro, valiente suerte taurina. Recapitulando sobre éstas y otras cuestiones llegué a la conclusión ayer de que uno de los grandes errores de mi vida, y al igual que todos los tengo a manta, fue el de no haber estudiado para entrenador de fútbol. Eso me hubiera permitido gritarles da igual en el campo que en el vestuario, para ellos un ropero mono de fotos nada sudadas, lo de «sólo sabéis hacer el redículo». A Rajoy, la Botella, el principito y compañía. Y concluir luego, cuando vuelvan a presentar Madrid para los juegos olímpicos del 2024 o Dios dirá, con un «tenéis más moral que el Alcoyano». ¿Qué tal lo hago, Mourinho?.
Aunque repensando el asunto no es la primera vez que la alcaldesa Ana Botella hace el redículo. La primera o por lo menos la más sonada fue cuando la principesca boda de la hija en El Escorial. Allí me decepcionó Aznar como tipo duro y empecé a cavilar para mis adentros «éste es como yo, que soy el que manda en casa, pero se hace lo que diga ella». Los franceses de Sarkozy, otro chulo, siempre tuvieron claro lo de cherchez la femne. Y para los americanos estaba chupado con Clinton y Mónica Lewinski. Y una consigna más para las próximas olimpiadas, que no son cosa de amateurs. El tráfico de influencias es para profesionales. Urdangarín, por ejemplo.