Diario de León
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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, para salvaguardar la creación». Es bueno recordar estas palabras que pronunció el Papa Francisco, el día 19 de marzo de este año 2013, en la misa celebrada en la Plaza de San Pedro, al inicio de su ministerio petrino.

Con ellas se refería a la misión de San José, custodio de María y de Jesús. Ahora bien, según el Papa, «la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos».

Pero ¿qué es lo que se confía a nuestra custodia universal y compartida? En primer lugar, estamos llamados a custodiar toda la creación, la belleza de la creación. Una tarea que se inspira en el Génesis, encuentra su ejemplo en san Francisco de Asís, y nos lleva a respetar a todas las criaturas de Dios y al entorno en el que vivimos.

En segundo lugar, hemos de custodiar a la gente y preocuparnos por todos con amor, especialmente por los niños, los ancianos, por los que son más frágiles y a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Ese cuidado comienza en la familia: los cónyuges se guardan mutuamente. Como padres, cuidan de sus hijos, y con el tiempo, los hijos serán los cuidadores de sus padres.

En tercer lugar, hemos de cuidar las amistades, que se mantienen gracias a un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre. Ser custodios de los dones de Dios es una responsabilidad que nos afecta a todos.

Ahora bien, para «custodiar», tenemos que cuidar de nosotros mismos. El odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar exige vigilar sobre nuestros sentimientos y nuestro corazón. De ahí salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. El preocuparse, el custodiar, requiere bondad y ternura. La ternura no es la virtud de los débiles, sino todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor.

El Papa llamaba nuestra atención sobre algunas tentaciones. Cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Y el mundo parece remitirnos a las épocas de la historia en que los «Herodes» de turno traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.

A todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad les decía el Papa: «Seamos custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro». Esa triple custodia es una vocación que nos hace más humanos y, por eso, más cristianos.

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