EL PAISANAJE
Morcilla
Alos catalanes no. Vamos a ver si nos desintoxicamos un poco y hablamos de lo nuestro. Pasó San Froilán, patrono de la diócesis de León poco milagrero, al que, de hecho, solo se le reconoce uno: obligar a un lobo a llevarle los libros a su cueva de eremita cargando con las alforjas de la burra que se había comido y que antes los transportaba. Eso cala mucho en pueblos todavía de raiz campesina hartos de verle las orejas al lobo hasta que les devoraron la agricultura. En fin, la romería de San Froilán es con diferencia la más concurrida de la provincia, en la que el grito de «carro a la Virgen» la gente desempolva el corpiño de la bisabuela, el chaleco y la boina del tatarabuelo cuando el tiempo se medía sin relojes, ya quisiera lo mismo el Inteco, y las únicas emisiones de CO2 a la capa de ozono, con permiso de la chorrada Ciuden, eran los pedos de las vacas, algo muy serio, y en serio, antes del cambio climático. Algunos labriegos también engrasan carro y bueyes, que no se sabe de dónde salen los tres, pero salen.
Uno opina que el obispo Froilán hace más milagros de lo que aparenta y hay que ser muy ciego para no verlos año tras año. Por ejemplo, vas en la carreta y la Guardia Civil de Tráfico tiene que abrir paso en vez de joderte aunque vayas sospechosamente a trote mulero, como quien dice de camello. Encima, si conoces a alguno de alcoholemia puedes invitarle a soplar, pero de la bota de vino y tocarle a modo las narices antes que al Santo. A algunos casi les pierde el reflejo canino de Paulov y salivan echando mano del boli y la libreta de las multas, pero tienen que contenerse, órdenes son órdenes. Si eso no es un prodigio que vengan Dios y el subdelegado y lo vean.
Hay más razones para que la romería de San Froilán caiga mejor que ninguna. En la campa del santuario y a mayores de la gente legal de por aquí se da cita media Asturias, que no vea usted cómo sopla. Y lo mejorcico de trileros y carteristas. A los primeros ya casi nadie les hace caso pero con los segundos hay que seguir teniendo mucho cuidadín según me cantó honestamente ayer uno de ellos al quinto, sexto vaso o el que fuera, ya no nos acordamos ninguno de los dos: «Cuando subas a la romería lleva el dinero en el bolsillo izquierdo de delante del pantalón y nada de atrás». «¿Coño, y eso por qué», me mosquee yo, a lo que contestó con infinito desprecio profesional con un «porque te damos un empujón de cara para que no se enteres del que te roba de culo, pero, como os pasa a vosotros, muy pocos somos zurdos». Mi amigo de las carteras ajenas hace la ruta de todas las romerías del pais. Hoy ya es tarde, aunque se avisa para el año que viene.
Ya le gustaría a Artur Más tener estas tradiciones, donde los políticos no organizan nada y el personal va a su bola con identidad propia desde el gitanaje hasta la negrería ambulante, que nunca faltan a la cita y comercializan de todo. Sólo faltan los chinos, al tiempo. Que San Froilán los bendiga a todos para que no les toque nadie las narices, por lo menos sin pasarse, como hice yo con uno de tricornio abusando de los perdones avellaneros, la misericordia del día y otras cosas. «Señor agente», le dije, «debe de ser usted muy burro si le pintan la puerta del coche de verde para que sepa por dónde hay que entrar». Rebuznó un poco y tomó nota de mi jeta para mañana, si bien va jodido porque soy uno de los pocos que no tiene carné de conducir. Ahí le duele.
Éstas o otras materias son las que el ministro Wert debería incluir en la dichosa asignatura de educación para la ciudadanía: que el agua la traen las Virgenes de Castrotierra y de la Encina, las más guapas por este orden para que no se sequen las alubias de la Valduerna, los pimientos de Ponferrada y, ojo, el vino; que las cigüeñas, gentil pájaro donde los haya vienen con San Blas —y con niños cuando a los papás se les altera la sangre por primavera, justo nueve meses antes— y que San Roque tiene un perro rabón con propiedades portentosas en la saliva para cicatrizar las heridas del cuerpo y del alma.
En Villacedré, el pueblín donde vivo ahora, tienen por patrona a la Virgen de los Imposibles, cuya imagen es sólo un exvoto muñequil donado hace poco por algún feligrés que debió pasarlas putas. Algo tendrá, sin embargo, para que un aviador, el exdirector de la base aérea José Antonio Fernández, le donara el fajín de general nada más ascender. Una promesa, porque, según le dijo al cura, en un accidente aéreo le falló la tecnología, pero no la Virgen.
No te jode, como a todos.