Diario de León
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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

En el Tiempo ordinario (color verde) que hoy comienza los domingos son variaciones teológicas sobre Jesús y su mensaje. Se diría que se trata de llevar el culto fuera del culto, centrarse más en el testimonio de vida cristiana, porque hemos de vivir cada día sumergidos en el propio ambiente con el espíritu recibido en el culto y así testimoniarlo de palabra y, sobre todo, de obra. Para que se acoja una palabra sobre la fe ha de estar precedida de una vida de caridad, de trabajo por la justicia y la paz, de abajamiento al ambiente donde vivimos, para asumirlo y elevarlo. Será así como una pequeña luz que hace posible la extensión del Reino. Es nuestra hora.

La liturgia de estos domingos, que orienta nuestra atención hacia el misterio personal y la misión de Jesucristo, ayudará a entender mejor nuestra propia identidad de cristianos, seguidores de Jesús, y a impulsar la misión que la fe nos encomienda. Las lecturas de este domingo nos hablan de que Dios cuenta con nosotros para llevar adelante su plan. Isaías, Juan el Bautista y Pablo son personajes que nos llevan a clarificar el proyecto de Dios y su término. Sus propias vidas se convierten en profecía de Buena Noticia: Dios salva a su pueblo. Ellos, sin buscarlo, han sido llamados a una misión: señalar dónde y cómo se concreta la salvación. De distintos modos atestiguan que con Jesucristo no queda ya nada que esperar, se nos da todo. Cristo es la respuesta total de Dios.

Así lo descubrimos en los apelativos que se aplican a Jesús. «Cordero pascual» que excluye todos lo demás sacrificios para congraciarnos a Dios; «Cordero de Dios», que Dios mismo nos da y cuya sangre nos libra de todo mal; «Lavados en la sangre del Cordero», podemos presentarnos sin mancha ante el Padre. ¿Cuál es el pecado del mundo? La oscuridad del error, la pérdida de sentido, la soledad del peregrino errante, el sangrante cainismo, la anti-fraternidad, las idolatrías engañosas que cada civilización genera... La garantía de que Dios mismo actúa en Jesucristo es el Espíritu que regenera y da vida. Éste llena totalmente a Jesús y da trascendencia a su persona, sus palabras y sus gestos de liberación. Gestos y palabras que no terminarán con Él, sino que proseguirán en los que crean en Jesús y reciban su mismo Espíritu. Se convertirán como Jesucristo en misioneros de comunión, que llaman a los alejados, iluminan a los ciegos, reconcilian a los enfrentados. Es misión de Iglesia hacer Iglesia. Un mensaje que repite a menudo el Papa Francisco.

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