La paz es artesanal
Cada día su afán José-Román Flecha Andrés
Entre los días 18 y 25 de enero se celebra todos los años el Octavario de Oraciones por la Unión de todos los cristianos. En su reciente exhortación apostólica «La alegría del Evangelio», el Papa Francisco recuerda que la división entre los discípulos de Jesús es un escándalo y un antitestimonio.
Frente a las guerras y conflictos que dividen a los seres humanos y los enfrentan unos a otros, hace un llamamiento especial a los cristianos de todas las comunidades del mundo, pidiéndoles «un testimonio de comunión fraterna que se vuelta atractivo y resplandeciente».
Espera el Papa que las gentes puedan admirar cómo los cristianos se cuidan los unos a los otros, cómo se dan aliento mutuo y cómo se acompañan. Una frase del texto debería orientar a toda la cristiandad: «Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son los de todos» (n. 99).
Sabe el Papa que hay hermanos que se sienten heridos por divisiones históricas y que apenas aceptan las llamadas al perdón y a la reconciliación. Por eso añade que no se pretende ahora ignorar su dolor ni hacerles perder la memoria y los ideales (n. 100). Pero más que a mirar al pasado, el Papa nos invita a promover hoy una colaboración que puede producir excelentes frutos.
De hecho, la doctrina social de la Iglesia es ya un signo de esperanza. Gracias a ella, la Iglesia católica «une el propio compromiso al que llevan a cabo en el campo social las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, tanto en el ámbito de la reflexión doctrinal como en el ámbito práctico» (n. 183).
Esto es importante al menos por dos razones. En primer lugar, porque la Iglesia católica no se atribuye en exclusiva el reconocimiento de la dignidad humana, la promoción de la solidaridad y la defensa de los derechos humanos. Y en segundo lugar, porque propone dejar a un lado las diferencias doctrinales entre las comunidades cristianas para acercarse al hombre concreto y tratar de resolver los problemas que le afectan más de cerca.
Este no es un camino fácil. «Hay que confiar el corazón al compañero de camino, sin recelos y sin desconfianzas… Confiarse al otro es algo artesanal. La paz es artesanal» (n. 244).
Es preciso concentrarnos en las convicciones que nos unen, tener en cuenta que no todas las verdades que defendemos tienen el mismo grado y que hemos de caminar hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio. Esta no es una estrategia nueva o una mera diplomacia. Es el camino ineludible de la evangelización (n. 246).
No se parte de cero. Hace años que todos los cristianos colaboran en la búsqueda de soluciones a los numerosos problemas sociales de hoy. El eclipse de Dios en la sociedad contemporánea es un desafío para que las diversas comunidades cristianas ofrezcan al mundo un testimonio de amor y de esperanza. Está en juego la causa del hombre. Y la obediencia al mandato del amor que Cristo dejó a sus seguidores.