Diario de León

Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Ha dado la vuelta al mundo, gracias a la prestigiosa revista internacional Nature, la noticia de que León, amén de cuna del parlamentarismo, esa es otra, pudo serlo también del hombre europeo actual. Son cosas que ayudan a desintoxicar de la política gracias al fino trabajo de investigadores como el arqueólogo de la Junta y también leonés, Julio Vidal, en colaboración con el catalán Carlos Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra. En resumen los europeos de hace siete mil años eran morenos y de ojos azules.

Todo por el esqueleto encontrado en una cueva de Valdelugueros, donde había reposado milenios. Ahora no lo van a dejar en paz. Aseguran los investigadores que a partir de tres milímetros de la raíz del tercer molar se ha podido reconstruir el genoma de aquel lejano antepasado nuestro, bautizado ya como «el hombre de Arintero». Es mucho afinar y se lo tengo que decir a mi dentista, experto también en encías que no duran ni un año. Eres un sacamuelas prehistórico, macho, menos en la factura.

A lo que íbamos, hay noticias que alegran el día y te olvidas de Rajoy. Secuenciando aquel genoma del antecesor de Valdelugueros, como Rubalcaba lo es de la etiqueta de anís del Mono, se ha llegado a la conclusión de que hemos evolucionado poco. Saque la calculadora: vivimos en el 2014 después de Cristo, tres mil años antes del nacimiento de Belén se construyeron las pirámides y el de la montaña llevaba ya otros dos mil años por aquí con sus azules ojos sin darse importancia. Luego han sacado la tira de secuencias informáticas para dar con un retrato robot y algunas me son familiares, recordándome en concreto a cierto subdirector de periódico cuando tenía pelo. De nada, Rafa.

Estos son los comentarios que a mí me molan y no los de las primas de riesgo. Unas advenedizas, te lo digo yo, Mariano. Sin embargo hay algunas inexactitudes científicas que no se aclaran y voy a hacerlo. A saber por qué la piel del jicho «era más clara que la de los africanos subsaharianos pero más oscuro que el de los europeos actuales». Viene en el romance de la Dama de Arintero, por cierto con retrato muy a posteriori en el Museo del Ejército de Madrid. Dicen los versos de la hidalga y aguerrida moza que fue a pelear con el moro de parte de su padre por falta de hermanos machos: «Tienes la color muy blanca/no te vistas de varón». «Al aire, padre, y al frío/y a la fortaleza del sol/se cría el color moreno». Esto viene recogido en un librillo del padre Dacio Gutiérrez, que anduvo de párroco por aquellos andurriales y al que la última vez que vi estaba de cura viejo en una residencia del barrio del Ejido. No sé si vive todavía, pero va por él.

El descubrimiento en la cueva de Valdelugueros está firmado por nada menos que veinticuatro expertos, entre ellos el ya dicho Julio Vidal, que Dios les conserve la nómina de funcionarios. Bueno, que se entretengan y no gasten mucho del presupuesto. Respecto a por qué el chorvo de Valdelugueros era de pelo moreno, aunque con ojos azules, sin que se haya encontrado otro genoma similar en la UE, también tengo explicación: en Armunia y Villacedré, donde vivo, todas las mujeres son rubias a partir de los cuarenta por mor de la peluquera Pili, que de siete mil años nada. También de vez en cuando tiñe a algún cachondo del color de la zanahoria como a mi amigo Eugenio, camareta del bar «El Dorado». Un día cojo el bote de titanlux y se va a enterar de lo que vale un peine.

Sorprende la meticulosidad científica con que nuestros estudiosos retratan a los antepasados. Como soy de letras desconozco si alguno se ve reflejado en el hombre de Arintero. Más prudente es otro amigo mío que no va a misa ni cree en la reencarnación «porque, coño, le das una patada a un perro y no sabes si es tu bisabuelo». Se ve que la raza degenera. O que el de Arintero fuera un asturiano que se heló al bajar el puerto por vino, porque la sidra no le calentaba lo bastante. Suelen tener los ojos claros y el pelo a su bola, pero tal cosa tampoco es verosímil. Se propone a los estudiosos estudiar la antigüedad de la manzana y el tinto. Los oriento yo: la primera es de Adán y Eva y la cepa de Noé, otro curda bíblico.

Andaba en ésta y otras disquisiciones metafísicas cuando vino mi mujer Carmela y no pudo dejar de mirarme por encima del hombro, como siempre.

«Macho», me dijo con lengua viperina suspirándolo muy mucho, «habéis encontrado a Sandokán».

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