Un teólogo de fuste que de niño pastoreó ovejas

Ricardo Blázquez es un hombre que se guía por la mesura. Sabe de lo que es la dureza que entrañan las faenas del campo. En Villanueva del Campillo (Ávila), ayudó de niño a sus padres, junto a sus siete hermanos, en la labranza y el pastoreo de ovejas merinas.

Como hombre pausado que es, no tiene móvil ni correo electrónico. Admirador de santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, quienes le conocen aseguran que no le mueve la ambición de labrarse una carrera eclesiástica.

Prudente, humilde y conciliador, se ha hecho amigo de los que le tenían al principio por enemigo.

Siente devoción por la mística y la historia. De hábitos frugales, hurta horas al sueño para leer a sus anchas y teclear en una vieja máquina de escribir sus discursos y libros.

Aunque de carácter bonancible, en lo doctrinal se muestra mucho más inflexible. Sus escritos teológicos han servido de base para fraguar la catequesis del movimiento conservador Camino Neocatecumenal, liderado por el leonés Kiko Argüello.

Habla seis idiomas y sus compañeros le tienen por un teólogo de fuste que en el púlpito domina la oratoria.