Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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V aya por delante que de la Semana Santa sólo me gusta el bacalao. Las procesiones menos, aunque reconozco que atraen mucho turismo exterior y dejan pasmado a cualquier visitante, especialmente a japoneses y chinos, que han conseguido levantar sus respectivas economías a base de copiarlo todo. Pero no han podido con el capirote, que a ellos no les entra en la cabeza. Tampoco a los gringos. Tengo que llamar a mi amigo Zapatero, el de las niñas góticas, para que ceda a Obama la presidencia de un desfile procesional desde el balcón, advirtiéndole antes, eso sí, que no somos del ku-kus-klan ni tenemos por costumbre emplumar negros, sino matar judíos. Joder, qué tradiciones.

Probablemente a los únicos que no extrañaría la parafernalia de las procesiones fuera a los talibanes y a los ayatolás iraníes. Por lo de los judíos y por los burkas que lucen papones y paponas. A éstas últimas se les nota con el cordón penitencial más ajustado a la cintura, sobretodo a las cuarentonas. Algunas casi se ahogan, qué cruz. Luego decimos que ellos son integristas islámicos por lo bien tapadas que van sus mujeres y esta semana las nuestras, pero les ganamos por goleada. Lástima que después se despendolen todas en casa. Debe de ser el punto «g» de partida en la alianza de civilizaciones del expresidente paisano.

Tengo otro amigo muy papón en todos los sentidos del término cuyos nietos desfilan con el capirote ya de pequeñines. A él le parece que se han criado más altos. Y las nietas de manolas, peineta, pulsera, collar y mantilla. Mi amigo es de derechas de toda la vida y mi familia de izquierdas, menos yo, pero todos se apuntan a la procesión como un solo hombre. Un día que recriminé a mi gente la incongruencia de pujar a Jesús Nazareno y luego votar al PSOE, «si vosotros no creéis en nada» casi rompemos las hostialidades. Lo único que me cuadra a mí es que ningún cristo lleva barretina, aunque espere usted al próximo domingo para verlo con chapela en el Aberri Eguna. Cada país tiene sus propias costumbres.

Y se avisa desde aquí al israelita Netanyahu que lo de matar judíos es un decir. No hay cojones por estos lares y lo único que nos matamos es el estómago con una infame limonada. Pruébela, pero no se pase como Noé y quedará tranquilo. Hágalo también el vasco Urkullu cuando vea pasar las bandas semanasanteras de cornetas y tambores, uniformadas con más entorchados de gala que las de la Guardia Civil. Quietos todos.

Las cofradías desfilonas de esta semana tienen su origen en las de artesanos medievales, una especie de sindicatos verticales a los que barrió la revolución industrial sin misericordia. Hoy están presididas por empresarios vanidosos que sólo quieren figurar en la foto con la vara de mando antes y después de pujar el paso. Cierta óptica hace publicidad regalando lentillas gratis a los papones miopes para que la emoción no les empañe las gafas debajo de la capucha. No es mala idea, aunque servidor sugeriría un capirote limpiaparabrisas de media cara, no únicamente el agujero de los ojos, a fin de que desde la acera pudiéramos saludar con un «mira, ahí va Pepe». Lo que le iba a molar también a él.

Uno recuerda de niño, antes de El Corte Inglés, que abundaban los letreros de «sastrería civil, militar y eclesiástica», definitivamente chapados por el prêt-a-porter de Amancio Ortega. Así que no sé de dónde salen esas ostentosas túnicas y ropones que caracterizan al papón. Seguramente cosen todo el año como en La Bañeza, que es mi pueblo, para dos días de carnaval. Ya hay que tener devoción a lo uno y a lo otro.

Tengo que llamar a mi tocayo Antonio Trobajo, vicario episcopal, para preguntarle los requisitos de fundar una nueva cofradía. Sería la de los parados y aportaríamos unos cuarenta mil penitentes. Podría llamarse la de San Cristóbal Montoro, el que siempre reza «vamos a mejor». No es muy milagrero, pero así están las cosas. Y que se aparten las otras, porque no íbamos a caber, señor obispo.

Casi se me olvidaba. Doble el mapa y encontrará una Semana Santa menos tétrica que la de aquí, exactamente en Málaga y su procesión del Cristo de la Buena Muerte pujado por legionarios al paso de cornetines de verdad y su himno de musiquilla copiada de un cuplé. Qué bonito.

Me levanta la moral esperando la jubilación en el Inem.

Soy el novio de la muerte.

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