Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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C ontra lo que opinan los modernos sociólogos el desploblamiento de la provincia leonesa no viene de las crisis de la agricultura o de la minería, sino que se remonta, como mínimo, a entre dos mil y ocho mil años atrás. Y el envejecimiento. Lo demuestran los arqueólogos que cavaron aquí como posesos en busca del «hombre de Arintero», mozo fornizo y moreno de ojos azules —Sandokán para mi mujer— que ha sido presentado nada menos que como «el europeo más antiguo». Queda todavía por investigar en esta campaña electoral si era del PSOE o del PP.

Lo último ha sido el cáliz de Doña Urraca, del que los estudiosos aseguran ahora que es el Santo Grial o vaso de Cristo en la Ultima Cena. Esta semana santa ha habido colas para visitarlo en su vitrina, creo que al módico precio de cinco euros o así. El abad de la colegiata ha hecho más caja que los bares vendiendo limonada. Aunque dudo que él se lo crea, todo es bueno para el convento. Aquella sagrada reliquia debió de ser de madera o. como mucho, de barro cocido, según mis vecinos de Jimenez de Jamuz y los zamoranos de Pereruela, «perigüela» para entendernos, ambos famosos por sus cazuelas y jarras alfareras y que también se apuntan a la leyenda.

Y se dice que el abad no se lo cree ni harto de vino de la cuba de mil años que también se guarda allí celosamente sin avinagrarse, esa es otra, porque sabe más latines que yo. Con sólo cuatro años de seminario acabé harto de la copa de Verres, que sin ser de duralex tampoco era la gema preciosa que decía Cicerón. De cristal grueso y pare usted de contar, material, sin embargo, muy raro y cotizado en aquellos tiempos. Al tal Verres, que había sido gobernador de Sicilia sin hacerle ascos a nada, le abrieron juicio por rapiña, sobretodo del dichoso vaso, y lo que me costó a mi traducir los latinajos de Cicerón, declina que te declina. Ahora soy mayor pero estaría dispuesto a volver al seminario y escribir en latín los pufos de la Junta de Andalucía. Por ejemplo. Verres era un pardillo. Qué historietas ciceronianas más bobas.

Y se dice que la provincia debía de estar superpoblada cuando la más remota antigüedad porque también en la maragaretía, allá por las faldas mágicas del monte Teleno, han aparecido la tira de petroglifos de la edad de piedra, como su propio nombre indica, dejando ya constancia de presencia humana por aquellos andurriales. Sobre esto hay dos teorías como siempre, la de los arqueólogos que no dudan en achacarlos a una cultura prehistórica de dibujos de hombres y bestias y la de mi amigo el pastor Leonides, que ramonea con su rebaño de ovejas hierbas abajo de donde nació mi señora madre, Corporales, buena era ella. Según el de la cayada, esas rayas en los pedruscos con cosa de él y de un arriero del Val de San Lorenzo, que afilaban allí, respecticamente, la navaja y la hebilla de la cincha antes de ajustarse las bragas. Ellos son así, creálo usted.

No obstante y para que la zona mantenga su interés arqueológico y etnográfico le he dado dos consejos a Leonides: uno, que cierre la boca; y, dos, que haga algo por mejorar la leyenda, por ejemplo, el vellocino de oro, del carnero alado Crisomallo, cuya piel perseguían los héroes griegos argonautas de Jasón, Hércules, Peleas y compañía. Me ha hecho caso y ayer mismo en una tregua con la loba parda ya pintó tres borregas de amarillo. Se va a forrar porque de ahí viene la famosa condecoración del Toisón de Oro, que sólo pueden dar los Borbones y los Habsburgo. El pastor no.

Por cierto y volviendo a San Isidoro sepa usted también que el famoso pendón del santo guardado como oro en paño en la colegiata desde el siglo XIV para conmemorar su cabalgata y la del patrón Sant Yago Matamoros en la sangrienta toma de Baeza es otra pifia. Los árabes se rindieron dos siglos antes, en el año mil ciento y pico, cagándose por la cimitarra como un solo hombre.

Hurgando estos días en el frigo he descubierto un yogur caducado que, por la fecha, no se lo comería ni el valeroso Arias Cañete. Yo menos. Lástima, porque es griego auténtico.

Pienso mandárselo al arqueólogo Julio Vidal y demás colegas con el siguiente aviso: «creo que fue el que le hizo Penélope a Ulises antes de embarcarse».

¿Fuente? La mejor. Me lo dijo un ciego de la Once que dice llamarse Homero García. A Agamenón y su porquero no llegué a preguntarles.

Cóño, qué Odiseas.

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