Diario de León

Soy el Camino, la Verdad, la Vida

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León

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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

En ocasiones, en lo más hondo, nos hacemos preguntas decisivas: ¿En qué creo? ¿Qué espero? ¿En quién apoyo mi existencia? Ser cristiano es, sobre todo, creer a Jesús. Lo esencial es el encuentro con Cristo, descubrir sin intermediarios toda la fuerza, la luz, la alegría, la vida que podemos recibir de Él. Poder confesar que Jesús es «camino, verdad y vida».

Primero, es camino: escuchar de él la invitación a andar, a cambiar, a renovarnos, a sacudir perezas, a crecer en la vida, a construir según el Evangelio. Es apoyarnos en Cristo para andar por el camino que va de la incredulidad a la fe. En segundo lugar, Cristo es la verdad: nos lleva a Dios como raíz y término del amor y así entender que solo somos hombres en el amor, porque éste es la única verdad. Por eso nuestra identidad es darnos a quien sufre. Por último, Cristo es la vida: ser cristiano no es apuntarnos a una tradición ni admirar a un líder ni formular una confesión sobre Él; es encontrarse con un Cristo vivo y con fuerza para hacernos vivir en plenitud.

A Jesús solo lo reconocemos al abrirnos al otro (al rezar, compartir, ofrecer amistad, perdonar, crear fraternidad...). Cuando nos dejamos cambiar por él y nos atrevemos a amar como él, crecemos como hombres y hacemos crecer la humanidad. Efectivamente, Jesús es «camino, verdad y vida». Es otro modo de ir por la vida, de ver y de sentir la existencia. Es otra dimensión más honda, otra lucidez, otra generosidad, otra luz, otra energía, otra libertad, otra esperanza. Otro vivir y otro morir.

La Iglesia no es más verdadera cuando es más fuerte e influyente, sino cuando busca exclusivamente a Dios. ¿Buscamos a Dios en Cristo? ¿Podríamos demostrarlo? ¿Estamos seguros de que Él es quien no nos quita nada y nos lo da todo? Cristiano es quien recorre el camino con Jesús, vive de la verdad y la verdad lo conduce a la vida. Frente a ello están la desorientación, la mentira y la muerte.

Estamos viviendo la Pascua y el Espíritu debe orear nuestras comunidades: cambiar lo caduco, vitalizar lo anquilosado, purificar lo falso... Son tareas de todos. Pascua es también dar acoger y compartir la vida, la del Resucitado, con cuantos formamos la Iglesia y con todos los demás, destinatarios de la nueva evangelización.

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