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Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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No sé si la polémica levantada por las declaraciones de Miguel Arias Cañete, sobre su superioridad intelectual respecto a Elena Valenciano, habrá servido para que algunos personajes públicos se piensen muy mucho lo que dicen en los mítines, durante las entrevistas, a través de twiter, frente a las cámaras de televisión o entre amigos, pero lo que sí ha quedado meridiánamente claro es que el machismo sigue instalado en las entrañas de nuestro país. Se ha propiciado un cambio en las leyes, pero no en un comportamiento que se predicaba desde los púlpitos, en las escuelas, dentro de las casas, donde la mujer desempeñaba un papel fundamental pero a la que no se le permitía, salvo excepciones, salir de su burbuja. Por eso conviene recordar que hasta no hace tanto tiempo a una mujer no se le permitía abrir una cuenta corriente o comprar una casa, si no contaba con el permiso del marido o del padre. Actitudes suprimidas por la Constitución, pero que siguen muy presentes en la mentalidad de algunos ciudadanos.

A Miguel Arias, a quién conozco desde hace años, le traicionó su inconsciente, lo que en modo alguno puede servir de disculpa, tratándose como se trata de un político avezado. Pero siendo eso grave, mucho peor es la salida en tromba de algunas de sus correligionarias justificando su actitud solo porque en su equipo trabajen algunas mujeres. ¡Faltaría más! que solo se rodease de hombres a estas alturas de la vida.

De lo que no se han dado cuenta quiénes apoyan que un político de renombre se despache con estas declaraciones, es la incidencia que sus palabras pueden tener entre quienes siguen pensando que eso de la igualdad es una soberana tontería.

Que actrices de la talla de Cate Blanchett se haya pronunciado sobre la igualdad en el festival de Cannes, demuestra la preocupación que existe por un fenómeno que la democracia no ha logrado erradicar ni en España ni en los países más adelantados, lo que nos obliga a las mujeres a no mirar para otro lado cuando alguien pone en duda nuestra capacidad para debatir con «El Cañete» de turno.