Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Cuando Carrillo volvió a España, allá por el setenta y siete o así, los comunistas más puretas le reprocharon que aceptara sin pestañear la monarquía, a lo que el veterano líder del exilio contestó con sorna asturiana que «el rey es el primer funcionario de la república». Don Santiago era de Gijón, creo que del barrio de Cimadevilla, donde tengo yo a mi guaja Catalina estudiante de telecos, una carrera muy cabrona. Aunque de muchas aplicaciones y salidas. Por ejemplo, allí los chigres te dan unas tarjetas parecidas a las de crédito de los bancos con las que ya no hace falta escanciar la sidra. Metes la tarjetina en una máquina al lado de la barra y ella sola te espicha un culín. Cuando a equis culines la tarjeta se agota la máquina te avisa sola de que vas por el penúltimo culín. Te la recarga el tabernero muy gustoso, pagas y, hala, a seguir. A él como a Carrillo le da todo igual mientras haga caja.

He vivido lo suficiente como para asistir a algunos acontecimientos históricos, que en esta profesión no vea usted lo que da de sí. Cuando la muerte de Franco cobré una extra de diez mil pesetas de la época, no porque este periodiquín fuera de la resistencia, sino porque teníamos preparado un cuadernillo desde muchas semanas atrás sobre la biografía y milagros del general, entubado y mantenido artificialmente en una clínica tanto tiempo que hasta le sacaron un chiste. Dicen que al Franco vegetal y postrado se le cayó una mano al orinal de uno de los tubos. «Queda inaugurado este pantano», me confidenció luego uno del equipo médico habitual, harto de que el yerno marqués de Villaverde no lo desenchufara.

Cuando el rey don Juan Carlos le mandó a Adolfo Suárez legalizar el Partido Comunista, la bestia negra de los militares de la época, servidor estaba haciendo la mili de mecanógrafo en la capitanía general de Tenerife, plaza Weyler, Segunda Sección de Estado Mayor, la del búho de oír, ver y callar, destino cojonudo para un periodista, dicho sea de paso con pase de pernocta. Aquello fue un Sábado Santo, me reclamaron de casa echando leches y me tiré la noche haciendo guardia delante de la máquina de escribir sin que pasara nada, como era menester. Seguramente por eso en mi cartilla de licenciamiento, la «blanca», pone «valor, se le supone».

Sólo por esa Semana Santa los comunistas debían estarnos agradecidos al rey y a mí. Luego, ya licenciado y de vuelta a este oficio, Carrillo se dejó detener en la frontera de Francia disfrazado con un peluquín, también histórico. Está claro que aquello fue una opereta y don Juan Carlos mandó otra vez a Suárez que soltaran al eximio gijonés. Y el adjetivo no va por los monos. Las fotos de la detención haciendo el paripé fueron también históricas, pero la peluca se la quedó algún policía de la época y de ella nunca más se volvió a saber hasta que hace un par de años o algo así salió a subasta en Internet. Desconozco en cuánto quedó la puja, pero está claro que, aún de cabeza cuadrada, hay maderos con visión de futuro.

Tengo por vecino y amigo a un comunista antiguo y de los de pedigree, Victor Bayón, que fue secretario provincial del partido cuando Franco. A veces coincidimos a la hora de los vinos y por el segundo vaso ya estamos los dos de acuerdo en que estamos de acuerdo. De padrino de boda de sus hijas tuvo en Francia a Carrillo, ahí es nada.

Volviendo a los Borbones, que casi se me olvidaban, también me toca ahora vivir la abdicación de don Juan Carlos, el de la pata quebrada, Borbón de raza, o sea follador y hemofílico como toda la familia desde Isabel II, la Chata, para acá. Se cortan un grano al afeitarse y no hay tiritas bastantes en la farmacia de nuestro pueblín, Villacedré, para contener la hemorragia. Por eso gastan todos barba de tres o cuatro días como mínimo.

Cuando el futuro rey Felipe VI casó con la colega periodista y divorcieta doña Letizia le dije a mi señora que acababa de joder a la monarquía, a lo que ella me respondió con displicencia que el destino de los Borbones es joder. Visto así, ahora pienso que el todavía príncipe de Asturias ya apuntaba maneras, no te jode. Hay familias que lo llevan en la marca.

Cavilo yo también ahora que la reina madre doña Sofía estará de acuerdo con la abdicación de don Juan Carlos. Será la forma de tenerlo a raya, trompa de elefante más o menos en todos los sentidos. Es una mujer paciente con el marido. Yo también me doy al burbon, pero si cojo una trompa como la de Corina me recibe mi mujer a sartenazos.

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