Diario de León
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León

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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Esta solemnidad, tan tradicional, festeja a los apóstoles Pedro y Pablo como columnas de la Iglesia, porque nuestra fe está fundada en ellos. El prefacio de este domingo centra muy bien los contenidos del día: «Porque en los apóstoles Pedro y Pablo has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría: Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó; aquél fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, éste la extendió a todas las gentes. De esta forma, Señor, por caminos diversos, ambos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a ambos, coronados por el martirio, celebra hoy tu pueblo con una misma veneración». De este modo se refuerza nuestra confesión de fe, que incluye aceptar a la Iglesia tal como la quiso Cristo, es decir, fundada sobre los apóstoles y sus sucesores, el Papa y los Obispos. Ahí está el cimiento unificador de la Iglesia y por eso es necesario acoger con gozo al Papa y a los Obispos, no porque valgan mucho, sean muy sabios o acierten en sus decisiones, sino por motivos teológicos. Cristo lo quiso así y quiere salvar a la humanidad a través de una Iglesia fundada en el ministerio de estos hombres.

Hoy es bueno recordar que toda la Liturgia que celebramos está legitimada por la comunión eclesial que nos une al Obispo, a los demás Obispos y al Papa. Por eso hoy es también el Día del Papa, para recordar al papa Francisco, que continúa el ministerio apostólico de confirmar en la fe a los hermanos. Nombrar en la Plegaria Eucaristía a éste y al Obispo propio es signo de esta comunión. No somos grupos aislados en nuestras particularidades: somos parte y realización concreta de una Iglesia universal edificada sobre los Apóstoles y sus sucesores, fundamentos visibles de la unidad, si bien el cimiento último es Cristo con su Espíritu.

Pedro y Pablo son dos ejemplos de una misma y única fe y de un mismo y único amor a Jesucristo. Su memoria, su recuerdo, es motivo de fiesta para nosotros. Nos anima a seguir manteniendo firme la fe recibida, a vivir anudados por la comunión eclesial, a actuar con libertad creyente, a ser levadura que cambia el mundo. Esta la vivimos siguiendo las huellas de estros Apóstoles. Somos la misma comunidad, una, santa, católica y apostólica, que ellos plantaron con su sangre y que sigue animada por el Espíritu: ¡somos cristianos en la Iglesia! En ella compartimos la fe y celebramos los sacramentos. Por eso, rezar el credo, celebrar juntos la Eucaristía, comulgar el Cuerpo de Cristo en unión con la Iglesia universal tienen hoy un significado especial.

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