Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Anda doliente el alcalde de León, Emilio Gutiérrez, porque no tiene dinero para acabar el mamotreto ese de palacio de congresos en la viejina azucarera Santa Elvira. Eso le pasa por hablar poco conmigo. Y va no menos cariacontecido el emir de Qatar buscando terrenos para la gran mezquita de España, que cree haber encontrado en la plaza Monumental de Barcelona por la que ofrece nada menos que dos mil doscientos millones de euros, casi medio billón de las desaparecidas pesetas, cerrada por bobalanes independendentistas, para que haya moros en vez de toros. Cóño, Emilio, da un paseillo y adelántate.

En barcelona ya hay treinta y cuatro mezquitas y en el Crucero sólo una en un antiguo cabaret, pero con mucha parroquia de turbante y hasta carnicería propia, que te da el borrego ya desangrado según las normas sanitarias del Corán, nada de jamón. Incluso está a un paso de la estación del AVE que nunca llega, así que tiene todas las infraestructuras para enlazar de un plisplás con Medina y La Meca. Como minarete cuenta también con la chimenea fabril, que no han tirado seguramente porque Alá y Dios son grandes, además de la misma cosa. El muicín sólo tendría que trepar y, si se excoña, uno menos.

El dinero del petróleo fluye por barriles, Emilio, así que adelántate a los de la barretina y harás un gran favor a las exahustas arcas municipales, siempre en números rojos, o te las reconquistan los sociatas. Ignoro por qué esto no se le había ocurrido antes al interventor o al concejal de Hacienda, señor Rajoy, que es tan lento como su primo el gallego de la Moncloa. Debe de ser tara de familia.

Asunto resuelto, Gutiérrez, a ver si me llamas más. Y un chollo, porque lo mismo que Qatar esponsoriza al Barça podría hacer que la Cultural ascendiera otra vez a primera, repitiendo el PP en las próximas elecciones por mayoría absoluta. Eso no se veía desde que era cronista deportivo Victoriano Crémer, ya ha llovido, y mandaba por el fijo los resultados a Casa Benito y el hotel París, donde apuntaban los goles en la pizarra con blanco españa. «Perdemos uno a cero», «dos a cero», «tres a cero»... Luego al llegar al cinco a cero el maestro añadía para subir la moral de la depresiva afición «pero vamos dominando». En fin, felices tiempos aquellos de antes de los mundiales.

Que vaya en firme la oferta de la fenecida azucarera. A mayores también los árabes se pirran por lo dulce, que por lo demás está en la tradición de nuestros turrones y mazapanes navideños. No en vano se tiraron ellos la mar de siglos por aquí y más en el Mediterráneo. En cuanto a la ahora disputada mezquita de Córdoba y sus arcos de herradura, como los del románico de medio punto, son mozárabes de antes del gótico, o sea cosa de alarifes cristianos —albañiles les llaman ahora en los convenios colestivos— que escapaban como podían de Almanzor. Todo lo que empiece por «al» es cosa mora.

Los petrodólares no son nuevos. Recuerda un servidor que cierto antiguo empresario de este periodiquín con chalé en Marbella era maniático de alojarse en el hotel Don Pepe, por fardar, y que un jeque de la época que no podía ver desde su casa el minarete del muicín se lo compró por una millonada... para tirarlo. Aquel era un príncipe saudí o algo parecido, de los que hay cientos en la Arabia feliz y no como aquí, que con una princesa de Asturias nos conformamos.

Y otra más. Toda la toponimia leonesa está sembrada de nombres árabes. Coja usted mapa y bolígrafo: Benavides o hijo de David («ben» significa «hijo de» en las lenguas semíticas), Benamariel, Benazolve, etcétera. Incluso el díscolo y rústico diputado provincial Matías Llorente con un turbante ad hoc pasaría perfectamente por Ben Laden, quietos todos, en el Palacio de los Guzmanes.

Y la última, de lo único que habría que tener cuidado en la futura supermezquita del Crucero es de que no se junten sunnies y chiitas porque acaban siempre a hostias, término que es muy nuestro con una copa de más, y eso que ellos no beben. Para compensar le dan al hachís, de donde proviene «asesino», que significa «los que fuman hachís», porque iban ciegos a la batalla y eran temibles según textos de cristianos antiguos cuando los cruzados de Jerusalén.

Eso me recuerda que tengo que reconquista el IRPF de Montoro.

A veces pienso en pasarme del tabaco al porro.

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