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Desvelan el precio de prevenir la malaria con pesticidas

Investigadores españoles especifican las consecuencias del DDT 40 años después.

El ingeniero químico Joan Grimalt.

Publicado por
caty arévalo | madrid
León

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La decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de autorizar un insecticida vetado desde los setenta como recurso último para combatir la malaria en los países pobres ha tenido un precio para la salud, especialmente de los niños, y un grupo de investigadores españoles ha desvelado cuál es.

El ingeniero químico Joan Grimalt es uno de los investigadores españoles que mejor conoce y explica cómo afectan compuestos químicos, como los pesticidas, a la salud y el medio ambiente, entre ellos el DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano).

En los años cuarenta, el suizo Paul Hermann no sólo descubrió el uso de esta -hoy demonizada- molécula para la agricultura sino que además logró el Premio Nobel de Medicina por un hallazgo, que se tradujo en el esparcimiento masivo de este insecticida en los campos de cultivo de todo el planeta cuando todavía se desconocían sus consecuencias.

«Al ser una molécula que contiene átomos de cloro y es muy estable químicamente se vio que tenía la ventaja de que lo aplicabas y duraba mucho tiempo, pero también el inconveniente de que al durar tanto afectaba a todo tipo de organismos, no sólo a los insectos», explica Grimalt, director del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea-Csic).

La alarma contra el DDT saltó cuando la bióloga americana Rachel Carson publicó un libro en el 62 con un ilustrativo título: Primavera silenciosa , alertando del efecto destructor de biodiversidad del pesticida.

Cáncer, estrés, afecciones a la fertilidad, influencia en la diabetes son solo algunas de las probadas afecciones a la salud que llevaron al veto en los años setenta de ese insecticida que, cuarenta años después sigue dejando rastro en nuestra sangre, campos, ríos o mares, y que está presente de alguna manera en gran parte de lo que ingerimos.

Sin embargo, algunos de sus sustitutos, los pesticidas piretroides y carbamatos, además de más caros, se demostraron «menos eficaces» para combatir algunas cepas del mosquito anopheles, que transmite la malaria, una enfermedad que mata a casi un millón de personas al año, en su mayoría niños.

En 2005 la OMS decidió autorizar el DDT para luchar contra esa enfermedad como recurso último en los países pobres.