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León

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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Este domingo celebramos la Exaltación de la Santa Cruz. La cruz es una señal, la señal de los cristianos, porque con ella Cristo acoge plenamente la voluntad del Padre y en ella el Hijo del Hombre, «levantado», es causante de la redención universal. Es su última palabra y la más elocuente. En ella se manifiesta de una vez por todas lo que Dios es y quiere ser para nosotros: Dios es Amor. Con la cruz Jesús se pone en el último lugar, que es el de los esclavos. Servir es ponerse en la cola. Hasta el último lugar descendió el Hijo de Dios, porque vino al mundo a servir y no a ser servido. Por eso, la cruz es también su exaltación, su gloria; en ella recibe el «Nombre-sobre-todo-nombre». Por otra parte, en este patíbulo los poderosos de este mundo ajustician a la misma justicia, y en ella la justicia de Dios desmonta la inhumana justicia de los poderosos. De este modo resulta que la cruz no podrá ser desvirtuada jamás por un sistema en el que dominen el egoísmo sobre la voluntad amorosa de Dios, el odio sobre el afecto, el poder sobre el servicio, la apariencia sobre la verdad. Con la cruz se desenmascara y descalifica una sociedad insolidaria que fomenta la rivalidad y la vanagloria.

Por otro lado, la cruz de Jesús no bendice ni justifica el dolor y el sufrimiento; la cruz manifiesta la cumbre del amor. Jesús se abaja hasta la muerte más infamante para que no quede nadie excluido de la posibilidad de salvación. Así se entiende que asuma la condición humana, el ser servidor, la humillación, la muerte. «Actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo nombre».

A nosotros Jesús nos invita a abrazar la cruz de cada día. «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga» (Mt 16, 24). Saber sufrir con amor es la sabiduría de Dios. La pasión de Cristo está todo el año y todos los días en los seres humanos que sufren. Cristo se identifica con ellos. Toda bofetada al rostro del hombre es bofetada a Cristo. «Jesús está en agonía hasta el fin del mundo» (Pascal). Pero el misterio de la cruz es preludio de la resurrección. La cruz es su máximo abajamiento, pero paradójicamente es también su máxima exaltación.

Este es el sentido de la «Fiesta del Cristo» que celebramos, a la que se asocia la del lunes, la Virgen de los Dolores, la Virgen del Camino. Demos gracias a Dios, porque nuestras cruces, unidas a las de Jesús y María, pueden y deben ser ocasión de alegría y esperanza.