Diario de León
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León

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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

En el evangelio de este domingo Jesús nos habla de la importancia del amor a Dios y al prójimo. El amor de Dios es lo primero y fundamental. Dios se presenta como un Padre que nos quiere. Lo nuestro será corresponder con amor al amor de Dios. Además, Dios nos quiere no porque seamos buenos o malos, sino porque Él es bueno. Su amor es gratuito. Por eso el amor entre los humanos tiene que ser también gratuito. Si sólo queremos a los que nos quieren, valdrá odiar a los que nos odian. Así nos salimos del mandamiento principal, del principio de gratuidad. El amor de Dios y el amor a Dios rompen con el círculo vicioso de unas relaciones humanas basadas en la mera justicia retributiva.

Por otra parte, Jesús quiere evitar que sus interlocutores se enreden en teorizar sobre lo principal. Nos pide aterrizar en la vida real. De esta manera se evita también que algunos se conformen con amar a Dios en abstracto, con muchas prácticas religiosas, pero sin dar cabida a la caridad fraterna. No se puede amar a Dios, cuando se hace imposible la vida a los demás. Ni hay amor a Dios, cuando nada se hace por hacer posible la vida a otros. El amor al prójimo es el termómetro que nos indica si amamos a Dios. Sin amor al prójimo, no hay amor a Dios; y sin amor a Dios, no hay cristianismo.

A Dios hay que amarle con todo nuestro ser, sin limitación. Al prójimo hay que amarlo también sin medida. Como esto suena demasiado teórico, la medida que Jesús nos da es la de amar «como a uno mismo». No basta con la beneficencia. Lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás. Más aún, lo que quieres y deseas para ti, quiérelo y deséalo para los otros. Este es el amor cristiano.

Cristo nos enseña a amar hasta el extremo de dar la vida. Amar así es desterrar toda discriminación, acepción de personas, jerarquización de hombres o razas. Discriminar es rebajar al otro, hacerlo menos que yo, en vez de la medida dada por Jesús de amar al otro como a uno mismo. Lo que quieras para ti, procúralo para los demás y lo que no quieras para ti, no se lo ofrezcas al prójimo. La mayor parte de los cristianos sabemos que el amor al prójimo es fundamental en el cristianismo. El problema es que en el día a día corremos el riesgo de que se nos olvide.

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