El corrupto y la corrupción
Cada día su afán
El día 23 de octubre el Papa Francisco recibió en audiencia a una delegación de la Asociación internacional de derecho penal. En su interesante discurso el Papa fue tocando diversos temas sobre el primado de la vida y la dignidad de la persona humana, y se detuvo también a considerar algunas formas de criminalidad que menoscaban gravemente la dignidad de la persona y el bien común.
En este contexto, dedicó un espacio relativamente amplio al delito de corrupción. No deja de llamar la atención que lo asociara al fenómeno natural del proceso de muerte: «cuando la vida muere hay corrupción».
Tras esa inquietante imagen introductoria, el Papa señala muy acertadamente siete características que distinguen al corrupto:
• «El corrupto atraviesa la vida con los atajos del oportunismo, con el aire de quien dice: ‘No he sido yo’, llegando a interiorizar la máscara de hombre honesto».
• «El corrupto no puede aceptar la crítica, descalifica a quien la hace, trata de disminuir cualquier autoridad moral que pueda ponerlo en tela de juicio, no valora a los demás y ataca con el insulto a quien piensa de modo diverso».
• «Si las relaciones de fuerza lo permiten, persigue a quien lo contradiga».
• «La corrupción se expresa en una atmósfera de triunfalismo, porque el corrupto se cree un vencedor. En ese ambiente se pavonea para rebajar a los demás».
• «El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad».
• «El corrupto no percibe su corrupción. Se da en cierto sentido lo que sucede con el mal aliento: difícilmente quien lo tiene se da cuenta de ello; son los demás quienes se dan cuenta y se lo deben decir».
• «Por tal motivo, difícilmente el corrupto podrá salir de su estado por remordimiento interior de la conciencia».
La descripción parecerá demasiado pesimista solo a quien no haya padecido los efectos de esta lacra. Después de presentar a la persona, el Papa describe en cinco puntos la enfermedad que le aqueja y que afecta a toda la sociedad:
• «La corrupción es un mal más grande que el pecado. Más que perdonado, este mal debe ser curado».
• «La corrupción se ha convertido en algo natural, hasta el punto de llegar a constituir un estado personal y social relacionado con la costumbre».
• La corrupción es «una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en los contratos públicos, en toda negociación que implique agentes del Estado».
• La corrupción «es la victoria de las apariencias sobre la realidad y de la desfachatez impúdica sobre la discreción respetable».
• «Sin embargo, el Señor no se cansa de llamar a la puerta de los corruptos. La corrupción nada puede contra la esperanza».
Esta última frase nos invita a levantar la vista y a soñar un mundo nuevo, basado en la fraternidad y la justicia, en la transparencia y la responsabilidad. Los creyentes no podemos resignarnos a este mal más grande que el pecado.