Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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Liturgia dominical

En este segundo domingo de la Cuaresma leemos cada año el relato de la Transfiguración, que es un preanuncio de la Pascua. Los tres evangelios sinópticos sitúan la Transfiguración cuando ya se prevé que el camino de Cristo va hacia un final trágico, hacia la Cruz. Camino difícil, pero necesario. A veces nosotros hablamos de Jesús como si fuera un dios disfrazado de hombre, idea que siempre ha sido considerada como herética por la Iglesia. Los evangelios nos presentan el progresivo descubrimiento de unos hombres —los apóstoles— que en el hombre Jesús de Nazaret descubren la presencia de Dios. Descubrir esto es hacer un camino de fe entre nieblas. Es un camino que ningún cristiano se puede ahorrar. Es un avance oscuro, porque es un camino de fe. La realidad de la vida de cada día, mezcla continua de bien y mal, de grandeza y mezquindad, no permite claridades absolutas, pero, de vez en cuando, encontraremos momentos privilegiados que nos permitan «transfigurar» la realidad, no para evadirnos sino para poder encontrarnos, cara a cara, con lo más hondo y verdadero de esa realidad.

Esta verdad básica hay que unirla con otra: el camino de Cristo hacia la plenitud de vida pasa por la lucha, por el sufrimiento, por el aparente fracaso: Jesús llegará a la gloria de la resurrección, pero pasando por la pasión y muerte. Una experiencia que vale también para nosotros, en nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua. No nos contentemos con una fe superficial, sin contenido. Sepamos unir la creencia de que Dios nos conduce con ternura hacia la plenitud de vida con la necesidad de la lucha, con el esfuerzo liberador de cada día. Descubrir estos procesos de tensión es una gracia de Dios, una gracia de «transfiguración». No deben llevarnos a la huida o al miedo, sino a la fortaleza y a la serenidad, para vivirlos plenamente.

La seguridad de la fe no está en nosotros mismos, sino en Quien hemos puesto nuestra confianza, en Dios. Así, su Palabra nos llega de varias maneras, para levantarnos el ánimo y sacarnos de la duda que nos acosa o del desánimo que nos agarrota. El episodio de la Transfiguración del Señor de este domingo es para nosotros, como lo fue para los apóstoles, una llamada a la esperanza en el Señor. La conclusión principal que hemos de sacar es que no nos debe faltar jamás una confianza sin límites en la promesa de Dios. Nuestra esperanza superará las «razonables» expectativas humanas y será esperanza de verdad, fundada sólidamente no en cálculos humanos, sino en la Palabra de Dios. Así sentiremos cómo todas nuestras posibilidades crecen apoyadas en el poder de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos.

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