Las universidades españolas se miran ante el espejo de sus competidoras
No hay consenso ni sobre qué debe medir la clasificación ni sobre cómo hacerlo.
Desde que se publican, los rankings de universidades han estado envueltos en polémicas. Se los ha acusado de elitistas, de poco transparentes y de no prestar atención a la calidad de la educación que se imparte. «No es sencillo ponerle un número a todo lo que representa una universidad», explica Jan Sadlak, director de Ireg, una organización que se dedica a estudiar estas clasificaciones, durante un congreso internacional sobre reputación de instituciones académicas que ha organizado la Universidad de Navarra. No hay consenso ni sobre qué debe medirse ni sobre cómo hacerlo. El ranking Shanghái, el más conocido, reserva un tercio de la nota global a la presencia, presente o pasada, de premios Nobel entre el profesorado. «Puedes gastarte un dineral y fichar a uno y subir muchos puestos de un año para otro», asegura Juan Manuel Mora, vicerrector de comunicación de la universidad que acogía el encuentro. «Pero eso no cambia sustancialmente cómo es tu institución».
Sin embargo, cada vez más, se reconoce a los rankings la capacidad de poner a las universidades frente a un espejo. Les permite compararse entre ellas, descubrir sus defectos, identificar en qué destacan y buscar caminos de mejora. «Son una herramienta muy potente para incentivar la calidad», asegura Ben Sowter, director en el ranking QS. Aun así, comenta, «hay 24.000 universidades en el mundo y es imposible que haya más de cien entre las cien mejores». Lo fundamental, recalca, es que estas cumplan su función social -investigar, educar o ambas- de la mejor manera posible. Aun así, dice, la globalización ha convertido la competencia entre ellas en más intensa que nunca. También, apunta Sadlak, las clasificaciones ayudan a los países a escrutar sus propios sistemas de educación superior. «La presión social por la transparencia aumenta, y que se exija a las universidades pruebas de su rendimiento es muy importante».
Las mejores
La mejor institución española según los rankings Shanghái y QS es la Universidad de Barcelona. Según las clasificaciones de Times Higher Education y de U-Ranking, sin embargo, es la catalana Pompeu Fabra, que apenas tiene 25 años de vida y es relativamente pequeña -alrededor de siete mil alumnos-. «Tuvimos algunas ventajas de origen», explica Josep Juan Moreso, rector de esta universidad entre 2005 y 2013. «Desde el comienzo se prestó mucha atención a la calidad de la docencia y a internacionalizar la investigación». En muchas de sus maneras de funcionar, aclara, copian lo que hacen las que copan los primeros puestos a escala mundial.