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Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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L a noticia de la muerte de Queca me llegó de madrugada por whastsApp. Un mensaje corto, preciso, enviado por Carmen, su única hija y la niña de sus ojos. Me impresionó tanto que todavía hoy me cuesta pensar que ya no volveré a ver a aquella muchacha, siempre sonriente, vitalista, que conocí en el diario Pueblo allá por los años setenta, recién llegada de Valladolid, a donde Emilio Romero había enviado a su marido Javier Rodrigo, y donde ella se curtió como fotógrafa, pero también como persona.

Como fotógrafa porque sabía captar lo que el personaje llevaba dentro, y que ella hacía aflorar sin dificultad. Así fue como plasmó a Adolfo Suárez, a Felipe González, a Santiago Carrillo, a Aznar, o al mismísimo rey Juan Carlos, pero también a muchos otros políticos, gentes de la cultura, de la música, y de los barrios de la periferia de Madrid, el padre Llanos, entre otros. Porque a Queca, que fue un referente de la Transición y una de las periodistas mujeres que mejor y más tiempo trabajaron en el Congreso de los Diputados, le gustaba echarse la cámara al hombro para captar lo verdaderamente importante: el cambio que se estaba produciendo en nuestro país.

Si una imagen vale más que mil palabras las de Queca, como las de Marisa Flores, y tantos otros fotógrafos, son el mejor retrato de una época que hoy muchos recordamos con cierta añoranza, de la que sin duda ellos son protagonistas importantes.

Si algo tengo que reprocharle a Queca es que se haya ido sin haber escrito sus memorias, porque nadie como ella para descubrirnos algunos de los secretos mejor guardados de esa época. Se lo dije en alguna ocasión y ella se reía, con esa risa franca, sincera, que iluminaba su cara y en la que no había la menor huella de rencor, de desencanto. Sentimientos que no dejó que anidaran en su corazón, preocupada como estaba por mantenerse en forma, por alimentarse bien, por ver crecer a sus nietos, y por seguir haciendo lo que más le gustaba, fotografiar la vida de la gente, razón por la cual le dieron el Premio Nacional de Periodismo en el año 1980.