Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

Creado:

Actualizado:

Liturgia dominical

Pentecostés es la fiesta en la que se nos regala el Espíritu, el gran don de la Pascua. El Señor de la Pascua nos lo envía, y es él, el Espíritu, quien nos permite confesar a Jesús como Señor. El Espíritu, que descendió sobre Jesús en el bautismo y lo llenó de gozo al conocer que Dios se da a conocer a los sencillos, manifiesta su poder resucitándolo de los muertos y concediéndole tener parte en la gloria de Dios. Con la Pascua comienza una humanidad nueva, ya que el Resucitado otorga su Espíritu a los suyos para renovarlos interiormente, instaurar con ellos el nuevo Pueblo de Dios y enviarlos como fermento al mundo para su total renovación. No bastan los proyectos mejor intencionados para crear una humanidad nueva. Solo el Espíritu, que llega a todos los ámbitos de la vida, es quien transforma interiormente hombres y estructuras.

El Espíritu es el gran tesoro que Jesús nos entrega. Somos los cristianos los que desprestigiamos la llamada «vida espiritual», al ponerla en oposición a la «vida normal», como si una persona «espiritual» fuera solo quien dedica tiempo a «ocupaciones espirituales» (oración, lectura espiritual, sacramentos, devociones...). Así llegaremos a un dualismo pernicioso, que contrapone vida espiritual y vida ordinaria. A veces ocurrirá que habrá personas de una «vida espiritual» aparentemente correcta, pero cuya vida real no se parece en nada a la de Jesús, ya que se hace compatible con la injusticia y la huída de las causas de este mundo.

Al Espíritu Santo, don preciado que se nos da, no se le puede recluir en un sector o tiempo de la vida. Lo correcto sería decir que se trata de vivir en el Espíritu la única historia que existe, con todos sus momentos. Que haya tiempos de especial densidad en la vida espiritual es lógico, pero no lo es que lo recluyamos en un sector sacral y lo excluyamos de la marcha normal de la vida humana.

Al saber, por la misericordia de Dios, que existe el Espíritu Santo, tenemos la obligación de intentar que no pase de largo por nuestra vida. Hagamos posible que se detenga y nos envuelva en su fuerza. Que nos empuje a confesar a Dios ante los demás con la forma que mejor se entiende: viviendo como nuestro Dios quiere que vivamos. Es decir, viviendo como Cristo vivió. Hoy es un día de gozo, en que el Espíritu nos confirma en la fe. Es un día de oración confiada y tranquila, de petición insistente para que este Espíritu no pase de largo, sino que baje a «renovar la faz de la tierra», comenzando por la faz (y las obras) de cada cristiano.

tracking