Diario de León

El olvido de la depresión

La OCDE asegura que las bajas por enfermedades mentales suponen un 4% del PIB de sus países miembros; en la UE en 2010 tuvo un coste de más de 92.000 millones.

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daniel roldán | madrid
León

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La depresión es una enfermedad. Una afirmación evidente, pero que no todos los ciudadanos ni las administraciones aprecian como tal. Lo igualan a un cambio de humor por un quebranto vital, a un valle anímico por motivos laborales o a haberse levantado un día cualquiera con el ánimo por los suelos. «La depresión es una enfermedad, como las hepáticas o las cardiacas. Y así hay que tratarla», afirma rotundo el doctor Manuel Bousoño, profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo. «No es estar triste. Es algo más», insiste el doctor. Ese «algo más» que ni la sociedad ni las autoridades observan y que los expertos reclaman.

Es un problema prevalente en la sociedad, donde uno de cada diez españoles padece o sufrirá depresión a lo largo de su vida y que tiene nombre femenino: por cada hombre enfermo hay dos o tres mujeres que la padecen. Es decir, entre 3,7 y 4 millones de españoles pueden ser depresivos. Una situación que tiene un evidente coste médico no solo para el Sistema Nacional de Salud (SNS), sino para el mundo laboral. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las enfermedades mentales cuestan a los países miembros hasta un 4% del PIB. Solo la depresión en el seno de la Unión Europea supuso para las arcas de los Veintiocho en 2010 más de 92.000 millones. Unas cantidades astronómicas, pero que no implican que se otorgue la atención necesaria. «Tenemos que colocar la depresión en el lugar en el que le corresponde porque no recibe la atención que se merece. No recibe la asistencia, investigación y prevención requerida por su alta prevalencia y discapacidad e impacto social y económico», añade el doctor Miquel Roca, de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Juan March de Mallorca.

El cambio para que la depresión y otras enfermedades mentales tengan la relevancia necesaria es la concienciación del propio paciente de que tiene una enfermedad grave. «Asume que está triste, que es el típico carácter suyo, pero no asume que está enfermo», apunta Bousoño. «Una vez una paciente me comentó que hacía año y medio que estaba con mal carácter. Tenía depresión y le respondí: ‘¡Qué año y medio perdido!’», comenta el doctor Guillermo Lahera, profesor de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad de Alcalá. Esta tardanza solo es el primero de los problemas.

El estudio Depres, realizado en Bélgica, Francia, Alemania, Reino Unido y España, aseguraba que cuatro de cada diez personas no buscaban tratamiento. El resto (57%) buscaba la curación de diferentes maneras: acudían al psicólogo (8%), otros especialistas médicos (12,3%), al psiquiatra (9,2%) y al médico de atención primaria (50,6%). Un reparto que provoca un «infradiagnóstico» de los pacientes.

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