Diario de León
Publicado por
manuel alcántara
León

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L os que auguran zodiacos funestos llevan tiempo advirtiéndonos de que la próxima guerra mundial será la última, ya que la siguiente será a pedradas y más localista. Nuestros descendientes, que sin duda los habrá porque siempre que se pisotea un hormiguero quedan descendientes, partirán de cero. Einstein, que estaba convencido de que estamos aquí para los demás y no creía en la libertad del ser humano, en un sentido filosófico, confiesa que no podía imaginar un Dios que recompense y castigue a los objetos de su creación. Tampoco podía pensar en ningún individuo que trascendiera a su muerte corporal. Era lo contrario de un yihadista de esos que para celebrar el Ramadán ametrallan a los turistas que se bañaban en las playas de Túnez o incendian una mezquita en Kuwait. El arte de matar ha progresado mucho, desde que era una pura artesanía al descubrimiento de que también podía practicarse a distancia.

El ataque del llamado Estado Islámico obedeció a un siniestro plan perfectamente sincronizado. Los terroristas no ignoran que los únicos que ni dejan rastro, ni pueden ser interrogados, son los suicidas que mueren matando. Por eso su empeño principal es elaborar fanáticos. Convencer a alguien de que va a tener el gusto de conocer a Alá, o en su defecto a Mahoma, al que suponen con más tiempo libre, si ofrece su vida a la vez que se la quita a otros, es un buen negocio para los que se inmolan. Luchar contra esa aleación de la crueldad, la ignorancia y la miseria es demasiado arduo. Hay más fanáticos que turistas, y poner una bomba cuesta menos tiempo que formar a una persona normal para que luche del lado de la ley, sin esperar más recompensa que su sueldo. España ha impuesto el nivel más alto de alerta desde el 11-M. Al parecer, los expertos en peligro los clasifican, según la intensidad de la amenaza temida, en cinco grados. ¿Qué otra cosa puede hacer el Gobierno? Incluso para graduar el destrozo de un terremoto hay que esperar a que suceda.

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