Diario de León
Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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F altan horas para que termine la campaña de las autonómicas catalanas y comience el día de reflexión. Una jornada que viene a aliviarnos del bombardeo de declaraciones con las que nos han obsequiado los líderes políticos de todo signo.

Una campaña trampa muy bien diseñada y planificada en la que hemos caído todos: medios de comunicación, líderes políticos, económicos, sociales y culturales, y de la que ahora es difícil salir. Menos si como parece la candidatura independentista saca mayoría absoluta. Algo que me resulta difícil de creer, salvo que esa mayoría silenciosa en la que tanto confía Rajoy no se echara el domingo a la calle para ir a votar a favor de quienes siguen creyendo que mejor juntos que separados. Que mejor todos integrados en un gran país como España que en una Cataluña fraccionada y dividida.

De ahí la preocupación de mucha gente, de muchos catalanes, de muchos ciudadanos españoles, por saber qué ocurrirá el día después. Analizando la dejadez de la que ha hecho gala Mariano Rajoy cuesta creer que sea la persona idónea para gestionar las relaciones futuras entre Cataluña y España, y sin embargo es a él a quién corresponde tomar las riendas de una situación tan complicada, tan compleja, en la que las emociones desempeñan un papel importante, o tan importante como la propia ley. Explica el politólogo catalán Lluis Orriols que: «Un plebiscito significa ‘una persona un voto’ y todos los votos valen igual. Pero si la mayoría absoluta que cuenta no es la de los votos sino la de los escaños, entonces todos los votos no valen igual, porque, gracias a la ley electoral, para lograr cada escaño en Barcelona se necesitan muchos más votos que en Girona, Lleida o Tarragona». Sería importante que antes de que el domingo se abran las urnas alguien de prestigio explicara a los ciudadanos el peligro que supone equiparar la mayoría absoluta —la mitad más uno— de los votos con la de los escaños. Porque como bien dice Orriols puede ocurrir que el lunes la mayoría de quienes no hayan votado por la independencia se encuentren que esta se declare en el Parlamento.

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