Diario de León

EL PORVENIR DEL FRUTO DE LOS DIOSES

¿Un mundo sin chocolate?

Expertos en el mercado del cacao han dado la voz de alerta, y apuntan a que los nuevos modelos de producción del chocolate, el cambio climático en Sudamérica e Indonesia y la incorporación de países asiáticos al consumo están modificando el porvenir del cultivo

Una mujer muestra el fruto del cacao.

Una mujer muestra el fruto del cacao.

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MONICA PELLICCIA / DANIELA FRECHERO
León

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¿Ha empezado la cuenta atrás para los amantes del chocolate? Habrá que esperar al 2020 para tener la respuesta. Sin embargo, en esa fecha podríamos enfrentarnos ya a un posible déficit de cacao, porque probablemente habrá más demanda que producción. Las primeras noticias en torno a la hipotética escasez se remontan a finales del 2014, cuando la multinacional Barry Callembaut publicó una preocupante nota de prensa a partir de un análisis de las tendencias del mercado.

¿Tan negro es el futuro del cacao? "La fecha del 2020 es una fabricación mediática, no puede decirse que sea un asunto serio para quien trabaja en el sector", afirma la analista Pamela Thornton. Pese a todo, admite que hay incógnitas sobre su futuro. "Este año llegará el fenómeno El Niño a Ecuador e Indonesia y estamos notando un clima más seco de lo normal en África Occidental. Posiblemente veremos una escasez de cacao sustancial, de unas 250.000 toneladas, la más alta en varios años", concluye. "Mientras tanto –añade la experta– la demanda crece un 2 % anual".

El futuro del cacao es un rompecabezas: depende de variables como nuevos modelos de producción, el cambio climático y el incremento del consumo en países asiáticos. Para conocer de cerca el problema, viajamos a Brasil, Ecuador e India.

BRASIL: EL ORO DE LOS TUPINAMBÁ

Las hojas crujen bajo sus pies, Glicélia Jesus Da Silva, líder del pueblo indígena tupinambá, camina por los senderos repletos de árboles de cacao en Serra do Padeiro, al sur de Bahía. Son tierras protegidas por los que llaman Encantados, espíritus de sus antepasados reencarnados en árboles centenarios. Nació en la aldea donde vive desde hace 33 años, es profesora en la escuela y portavoz de la comunidad, que se sustenta principalmente a través de la producción y venta de cacao.

Este fruto generó la fortuna en el sur de Bahía, sobre todo la de los latifundistas, a costa de las malas condiciones laborales de los trabajadores. Brasil era el segundo exportador mundial hasta que un acto de bioterrorismo destrozó los cultivos. La culpable fue la 'vassoura de bruxa', hongo amazónico introducido en la región a finales de los años 80, supuestamente por productores de cacao africanos. El 80% de las plantaciones se perdieron. Más de 250.000 trabajadores rurales se quedaron sin trabajo, emigraron a las ciudades y construyeron barrios de chabolas. "Algunos hijos del cacao ahora venden crack en las favelas", cuenta Daniel Piotto, profesor de la Universidad Federal do Sul da Bahía.

Hoy día Brasil produce cacao principalmente para abastecer el consumo interno. Pero como un ave fénix está resurgiendo de sus cenizas. "Las crisis no siempre son el fin del mundo. Hoy se puede ver el lado positivo de la 'vassoura'", explica Gerson Marques, secretario ejecutivo del Instituto Cabruca, organización especializada en desarrollo cacaotero. "Movimientos sociales, pueblos indigenas y cooperativas familiares tuvieron la oportunidad de apropiarse de la producción de cacao, ocupando tierras abandonadas por los latifundistas que se marcharon con deudas o comprándolas a bajo precio. Comenzó así la era del chocolate". Movimientos sociales como los Sin Tierra ya lanzaron su propio chocolate orgánico Terra Vista, como también lo ha hecho la cooperativa de familias Embaúba que produce su marca. No tienen jefes ni latifundistas que les controlen. Ahora trabajan de forma autoorganizada cuidando de su cacao, desde el árbol hasta el chocolate.

Un nuevo capitulo ha empezado también para Glicélia y los tupinambá. Con la llegada de la 'vassoura de bruxa' tuvieron la oportunidad de empezar a recuperar las tierras que les habían expropiado a comienzos de siglo XX. Tierras ricas en vegetación exuberante, con ríos que la recorren y habitadas por jaguares y cobras. En el 2009 el Gobierno delimitó las 47.376 hectáreas Tupinambá, etapa preliminar al reconocimiento de la propiedad. Ahora, el cacao es su pilar económico; pero nunca ha dejado de ser protagonista de su historia. "Utilizamos las mazorcas de cacao como única arma de lucha arrojándolas contra la policía, que vino a desalojar nuestra aldea con dos helicópteros, 180 agentes y 33 vehículos, acusándonos de esconder armas", cuenta Glicélia, recordando un episodio de hace siete años. "Nunca fuimos de otro lugar. De aquí, con nuestro cacao, no nos van a sacar".

ECUADOR: ESPERANDO A EL NIÑO

Hacia el oeste, a lo largo de la línea del ecuador, el peligro para el futuro del cacao viene desde el mar. Se trata de El Niño, fenómeno atmosférico generado por el calentamiento de los océanos que causará lluvias y sequías anormales durante el próximo trimestre. Un drama que mantiene en vilo a gran parte de los productores de cacao ecuatorianos. Entre ellos, Servio Pachard, cultivador de cacaoteros desde hace cuatro generaciones, originario de la zona de Manabí, situada en el centro-oeste del país. En sus bosques centenarios, donde el cacao convive en armonía con papayas y frutas tropicales, él produce el chocolate orgánico To’ak, considerado por la revista Forbes como el más caro del mundo; a 260 dólares (240 euros) los 50 gramos. "Está llegando el Niño. Los pronósticos dicen que será algo similar al de 1997. Fue la peor crisis que he soportado", dice Servio, paseando por el bosque. "A veces, llovía todo el día, no había plantas que aguantaran porque no había sol. Fue muy grave para los productores, tardamos entre cinco y siete años en recuperarnos".

Según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), el Niño afectará al país con lluvias dos veces superiores a la media durante todo el primer trimestre del 2016. "El 2015 es uno de los años más calientes de la historia", declara Raúl Mejía, coordinador del Inamhi. "Y el cambio climático intensifica los acontecimientos naturales extremos a escala mundial, como El Niño. Si en los próximos 50 años la temperatura sube dos grados más, sería el colapso de la naturaleza". Los efectos de este fenómeno se estiman en una pérdida de 40.000 toneladas cúbicas del producto, según la Asociación Nacional de Exportadores de Cacao, Anecacao.

Algunos cultivadores creen que El Niño no llegará, mientras que otros, como Servio Pachard, ya han preparado canales de drenaje para evitar inundaciones y controlar la humedad, que podría propagar enfermedades como la vassoura de bruxa y la monilla. Servio habla del asunto también en la organización a la que pertenece, la Red de Guardianes de Semillas, cuya labor se basa en preservar semillas autóctonas en peligro de extinción. "La variante local de cacao nacional de fino aroma que cultivo también está amenazada –explica Servio–, ya que muchos prefieren clones, injertos de variedades de cacao que dan excelentes resultados en volumen y resistencia a enfermedades, pero no en calidad".

Al sur de Manabí, cerca de la ciudad de Guayaquil, se encuentran los agricultores perteneciantes a la Unión de Organizaciones Campesinas Cacaoteras del Ecuador, UNOCACE. "Utilizamos clones de cacao de fino aroma, injertos proporcionados por el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de Ecuador, INIAP, de las variedades más resistentes a las enfermedades", asegura Freddy Cabello, gerente de UNOCACE. "Estamos renovando nuestras plantaciones para asegurar el futuro del cacao y prepararnos para la llegada de El Niño", añade.

Lluvias suaves, acompañadas por intenso calor y humedad, ya están mojando estos días los campos de los cultivadores ecuatorianos, que miran al cielo y esperan a El Niño, un fenómeno que los meteorólogos anunciaron hace más de un año y que, según todas las previsiones, está a punto de desatar su fuerza.

INDIA: LA DULCE FIEBRE DE LA TABLETA

Del cacao al chocolate, en la otra punta del globo terráqueo se encuentran los nuevos consumidores. Como Rekha Pawao, profesora de 24 años que trabaja en el suburbio de Navi Mumbai. Allí, 50.000 personas viven en barracas, pequeñas casas de láminas o de construcción que no miden más de cinco metros cuadrados. Ella suele comprar paquetes de chocolate, en el quiosco próximo a la escuela, para regalarlos a sus hijas durante los días festivos. Se trata de porciones de 10 gramos que cuestan cinco rupias (0,07 euros). Su marido trabaja en la extracción de piedras y ella enseña en la escuela. No hay sillas, ni mesas, ni pizarra. Los estudiantes se sientan todos juntos en el suelo escuchando a Rekha darles clases de hindú, matemáticas e inglés. "La distribución del chocolate llega hasta aquí. Pero las personas que tienen que garantizarse una comida diaria, como en el caso de las niñas y los niños que vienen a esta escuela, comen chocolate solo durante ocasiones especiales o celebraciones", declaraRajashree Nayak, de la ONG Arphen, que gestiona el colegio donde Rekha trabaja.

El chocolate no está al alcance de todo el mundo, pero ha cautivado a buena parte de la sociedad india. El consumo per cápita se ha acelerado en los últimos cinco años de 50 gramos a casi 120, cifra que, multiplicada por los más de 1.200 millones de habitantes del país, da el peso de casi 30.000 elefantes asiáticos. Una tendencia que no parece destinada a revertir: en el 2019 este dato aumentará el 60%, según la empresa de estudios de mercado Mintel. "En los últimos 20 años, con la globalización, el estilo de vida de los indios ha cambiado y sus salarios han aumentado", describe el sociólogo Pralhad Jogdand. "El chocolate significa modernidad, como vemos en la publicidad protagonizada por las actrices de Bollywood".

En el barrio turístico de Mumbai, Colaba, se han puesto de moda los chocolate bar o pastelerías, donde amigos o familias se reúnen después de las comidas para disfrutar de postres como pralinés y cookies. Como en la Patisserie Theobroma, donde la mayoria de los dulces están hechos con chocolate. "No es un sabor originario de la India. Mi generación ha sido la primera en tener libre acceso a este bien", dice la chef Kainaz Messman, de 34 años. «Ahora el chocolate está sustituyendo a los dulces indios como regalo para festividades».

Y no solo los consumidores están contagiados por esta fiebre chocolatera. Hasta las deidades hindúes aman el chocolate, como Lord Muruga. Al sur de Mumbai, en la ciudad de Allepey se encuentra su templo, Thekkan Pazhani Sree. Los devotos se dirigen allí para homenajear a la divinidad. La ofrenda más común son barras de chocolate, sobre todo entre los estudiantes. Desde los pequeños, comoAnantha Krishnan de seis años, hasta Arya, universitaria de 20 años, piensan que ofrecer chocolate puede ayudarles a superar los exámenes con éxito. Justo el día antes de las pruebas lo depositan frente a Lord Muruga, entre los humos de incienso y los mantras incesantes.

Incluso las deidades del océano Índico miran con ojos recelosos las nubes que se están condensando en la otra orilla del mundo, allí donde El Niño está a punto de despertar y hacer peligrar el futuro de este fruto que ha enamorado a los indios, que hace contener la respiración a los ecuatorianos y por el cual luchan Glicélia y los Tupinambá.

Este reportaje ha sido realizado con la colaboración del Centro Europeo de Periodismo y de la Fundación Bill & Melinda Gates, así como con el apoyo de Oxfam Italia.

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