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Pueblos en los que no se oye el murmullo infantil

Castilla y León tiene 301 municipios en los que no nace nadie desde hace diez años El mundo rural envejece.

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León

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Juan López | valladolid

¿Se imaginan un mundo donde nunca se oiga el llanto o la risa de un niño? ¿donde los días pasan sin el barullo de una pandilla en torno a una pelota o sin las carreras molestas de un corre-pilla? Pues no hay que ir muy lejos para descubrir esa triste escena: en 301 municipios de Castilla y León no ha nacido un bebé en los últimos diez años y esas risas, juegos, llantos y enfados infantiles quedan confinados a apenas unas semanas en verano. Es el caso de Gusendo de los Oteros, el pueblo leonés donde no ha nacido un sólo bebé en los últimos diez años.

El mundo rural de la Comunidad muere poco a poco y que afecta ya a amplias zonas de la vieja Europa, , un fenómeno que preocupa a las instituciones, que llevan años trazando planes con más desesperación que eficacia, pero sobre todo inquieta a quienes lo viven en su día a día cotidiano, reflejado en 77 municipios de Soria, la que más sufre este fenómeno, con uno de cada cuatro; los 17 de Zamora o los 26 de Salamanca. La agencia Ical ha intentado contar cómo transcurre la vida en estos pueblos y hacerlo, precisamente, desde los ojos de los últimos niños que han corrido por sus calles junto a sus familias.

Es el caso de Gonzalo yAAlonso, dos pequeños de siete años de Miño de San Esteban, en la comarca soriana de las tierras del Cid, a quienes se puede ver cualquier tarde en la mesa del salón de su casa dibujando corzos, liebres, ciervos o jabalíes con una precisión encomiable, que muestra cómo el universo vital de estos mellizos pasa, necesariamente, por la cercanía con la naturaleza que para un urbanita sería salvaje. Incluso, cuentan, tienen una inestimable amistad con un zorro que, cuando pasean por los caminos cercanos, «les pasa a saludar», desliza, sonriente, su madre Marimar Rupérez.

Los dos pequeños no nacieron en la localidad. Nadie lo hizo en la última década, pero llegaron allí con 20 días de vida. «Si sólo hubiéramos tenido un niño, no creo que hubiéramos venido, porque se hubiera visto muy sólo», admite esta profesora de Primaria, que ejerce en la cercana localidad de Ayllón (Segovia).

Ahora son los «reyes del mambo», son los únicos niños de la localidad, como acierta a definir su padre, Javier Martín, quien junto a su mujer decidió instalarse en la localidad originaria de él, a sabiendas de que sus hijos no tendrían compañía infantil alguna, lo cual no ha sido problema. Por eso, su vida cotidiana transcurre entre su casa y San Esteban de Gormaz, a 13 kilómetros, donde él trabaja como técnico en el grupo de acción local Tierras Sorianas del Cid. Allí, los niños van a clase y practican actividades extraescolares. «Ni esta es la imagen bucólica ni pastoril porque no haya más pequeños, ni tampoco somos titanes ni jabatos por haberlo hecho. La vida en el medio rural ya no es tan complicada como antes. Todo está cerca y todo es posible», matiza el padre, quien entiende que «no se mantenga un colegio, con pocos niños, a regañadientes».

Entre los padres y los niños hablan de su peculiar rutina diaria, basada en madrugar para estar a las 10 en el colegio Virgen del Rivero, horario en el que Javier inicia su jornada laboral.